Por Guillermo Fernández Ampié
El reciente “acuerdo” alcanzado por el gobierno mexicano con su par estadounidense ha dejado muy mal sabor de boca entre muchos sectores de la sociedad mexicana y más allá de sus fronteras. Quienes respaldan al presidente Andrés Manuel López Obrador celebraron que el lunes 10 de junio no hayan entrado en vigor los aranceles a las importaciones de productos mexicanos con los que amenazaba el gobernante estadounidense si México no ponía en práctica políticas más restrictivas y coercitivas para detener los flujos de migrantes que ingresan a suelo mexicano buscando la frontera estadounidense.
Otros sectores, al enterarse que México desplegará seis mil tropas de la recién creada Guardia Nacional y que se acelerará la deportación de los migrantes centroamericanos, expresaron su decepción, frustración y hasta enojo con AMLO, como es conocido el presidente mexicano. Incluso, algunos personajes de la oposición que durante la campaña electoral alertaban sobre el peligro de conflictos con Estados Unidos si López Obrador ganaba la presidencia, ahora se burlaban porque el mandatario mexicano habría “doblado las manos” frente al estadounidense. Uno de estos fue el expresidente Vicente Fox, quien protagonizó un vergonzoso acto al pedirle al mandatario cubano Fidel Castro que se retirara antes de la llegada de George Bush, en los días previos a la Cumbre de Las Américas realizada en 2002, para evitar incomodidades al estadounidense.
Fox también fue el impulsor del denominado Plan Puebla-Panamá (PPP), considerado como una maniobra que formaba parte “del reposicionamiento geoestratégico del Pentágono en América Latina, ante el descontento popular por las políticas neoliberales”, según las palabras de Carlos Fazio, reconocido especialista mexicano en temas de seguridad.
El PPP también buscaba regular la migración de mano de obra barata proveniente de México y Centroamérica. En sus negociaciones con Bush hijo, los representantes del gobierno de Fox utilizaron a los migrantes centroamericanos como monedas de cambio: se comprometían a establecer mayores controles a la migración centroamericana si Estados Unidos otorgaba ventajas para los migrantes mexicanos y se iniciaban procedimientos para la paulatina legalización de los ciudadanos mexicanos sin papeles que ya se encontraban trabajando en suelo estadounidense.
Ahora, entre los puntos acordados por los representantes mexicanos y sus pares estadounidenses se incluyó la ampliación del Programa “Quédate en México”, por el que los migrantes que solicitan asilo en Estados Unidos son enviados por las autoridades estadounidenses a México, donde deberán permanecer mientras el juez toma una resolución sobre sus casos. Según información publicada por diversos diarios mexicanos, tan sólo en mayo más de 10 mil migrantes centroamericanos solicitantes de asilo en Estados Unidos fueron enviados a territorio mexicano como parte de este programa.
El Consejo Ciudadano del Instituto Nacional de Migración, de México, ha alertado que este compromiso agravará las condiciones de los centros mexicanos donde se retienen, “procesan” y “regularizan” a los migrantes centroamericanos. Desde meses atrás las capacidades de operación de dichos centros se encuentran rebasadas, lo que ha provocado el hacinamiento y en algunos casos la rebelión de los migrantes, generando situaciones realmente peligrosas.
Por ejemplo, en enero, varios migrantes hondureños prendieron fuego a los muebles en un centro de detención en Mexicali, localidad del norte mexicano. En abril, dos guatemaltecos, dos cubanos y un ciudadano de la India protagonizaron otro hecho similar cuando incendiaron un colchón y varias sábanas y mantas en un centro de detención en Tijuana. El más reciente incidente de esta naturaleza se reportó a mediados de mayo, cuando varios migrantes incendiaron las instalaciones del Instituto Nacional de Migración en San Pedro Tapanatepec, Oaxaca. El actual compromiso asumido por México con Estados Unidos augura que se presentarán más situaciones como las descritas, y muy probablemente con mayor gravedad.
Paralelo a estas consideraciones, existe otro tema que también debe tomarse en cuenta, y es la manera en que la administración Trump ha degradado la forma de llevar adelante las relaciones internaciones. La amenaza de imponer aranceles a las importaciones mexicanas si México no hace lo que el gobierno estadounidense desea no puede considerarse menos que un chantaje. Es el equivalente internacional de las amenazas que reciben oficinistas y comerciantes por parte de integrantes de las maras y pandillas en El Salvador, Honduras o Guatemala, si no hacen o no pagan la cuota que ellos establecen. En otras palabras, se impuso el matón del barrio.
De igual manera llama la atención que los grandes medios internacionales de comunicación no otorguen el espacio que merece el rechazo generado por las formas tan groseras con las que las autoridades estadounidenses dirimen los asuntos internacionales. En el caso de América Latina, el estilo Trump evoca la diplomacia del dólar y de las cañoneras. También deja en claro que lo que menos interesa al gobierno estadounidense son los derechos humanos de los migrantes.