Rodrigo Díaz M.
Un hongo resistente con forma de campana que crece en la corteza podrida de los árboles se ha utilizado para prender fuegos durante siglos, lo que le ha valido el apodo de “hongo yesquero”.
Ahora, los investigadores están estudiando más a fondo la estructura molecular de este extraño y poderoso organismo, y han descubierto que podría contener los secretos para sustituir algunos tipos de plásticos.
Según un estudio publicado el en la revista Science Advances, partes del hongo, formalmente llamado Fomes fomentarius, tienen una resistencia estructural similar a la de la madera contrachapada o el cuero, pero con un peso inferior.
“Los cuerpos fructíferos de F. fomentarius son diseños biológicos ingeniosamente ligeros, simples en su composición, pero eficientes en su rendimiento”, señala el estudio. “Cultivar el material utilizando ingredientes sencillos es una solución alternativa para superar el coste, el tiempo, la producción en masa y la sostenibilidad de cómo fabricamos y consumimos materiales en el futuro”.
Los seres humanos han utilizado durante mucho tiempo el F. fomentariusm también llamado a veces “hongo del casco”, por su parecido visual con la pezuña de un caballo, recolectado en la naturaleza para alimentar incendios. También se ha utilizado para crear algunas prendas de vestir, incluidos sombreros. Pero el hongo sólo ha despertado el interés de la comunidad científica recientemente, según el estudio.
Los investigadores del Centro de Investigación Técnica VTT de Finlandia trataron de analizar más a fondo la estructura interna del F. fomentarius, para echar un vistazo a las microestructuras que dan al hongo su consistencia singularmente fuerte y a la vez ligera. Los resultados fueron muy prometedores, según el Dr. Pezhman Mohammadi, coautor del estudio y científico del VTT.
El hongo tiene una integridad estructural similar a ciertos tipos de plástico y podría utilizarse para sustituir materiales amortiguadores como cascos de fútbol americano y otros equipos deportivos, aislantes térmicos y acústicos e incluso piezas de productos de consumo, como auriculares.
F. fomentarius “tiene una capa exterior protectora muy rígida y dura, una capa intermedia más blanda y esponjosa y una capa interior fuerte y resistente, cada una de las cuales podría superar a otro tipo de materiales naturales y artificiales”, añade Mohammadi.
Los investigadores no sugieren que el hongo se recolecte en la naturaleza y se introduzca en el proceso industrial. Eso no sería económicamente viable, señaló Mohammadi, y el F. fomentarius tarda entre siete y diez años en alcanzar un tamaño significativo.
El hongo, muy común en todo el hemisferio norte, desempeña también un papel crucial en su ecosistema, pues florece en la corteza de hayas y abedules en descomposición para ayudar al proceso de descomposición.
Pero los investigadores han dado pasos prometedores hacia el cultivo del hongo o de una especie similar en un entorno de laboratorio, dijo Mohammadi.
“Con los avances en biotecnología industrial, prevemos la producción de toneladas métricas en cuestión de semanas, en contraste con los hongos de tipo silvestre que tardan años en crecer; por ejemplo, en nuestro instituto de investigación tenemos biorreactores a escala piloto de mil litros en los que se podría llevar a cabo”.