POR ESTRELLA FLORES-CARRETERO
Las capacidades para sobreponerse ante las adversidades y adaptarse a los cambios son necesarias en las personas y, por supuesto, también en las corporaciones. El viaje hacia el éxito empresarial no suele ser una cómoda autopista, sino un camino sinuoso, lleno de baches y desvíos sin salida.
Ser resiliente no significa olvidar el pasado y continuar como si nada; al contrario, implica analizar los fallos, aprender de los errores y buscar soluciones con determinación para afrontar el futuro.
Entrenar la resiliencia corporativa permite lograr resultados pese a los problemas que puedan generar las nuevas tecnologías, el constante cambio de los mercados, la globalización, el reto de la distribución…
Estos son, a mi modo de ver, los requisitos para que la resiliencia forme parte de la cultura corporativa:
Anticipación. No es posible adivinar el futuro, pero casi. Para ello es necesario permanecer atentos a los cambios sociales y observar las tendencias de los mercados; no esperar a que los clientes pidan algo para dárselo, sino ofrecérselo antes de que ellos mismos sepan que lo quieren. Además, es preciso simular acontecimientos inesperados y diseñar respuestas ante situaciones adversas, estar alertas preguntándose: ¿qué pasaría si…?
Agilidad. Todos conocemos sonados fracasos de empresas que no reaccionaron a tiempo, como Kodak, o crisis de reputación que tardaron demasiado en gestionarse. Son ejemplos que demuestran la necesidad de ser flexibles y saber cambiar de rumbo con rapidez.
Análisis. Girar el volante implica mirar al frente, sí, pero también analizar lo que dejamos detrás para aprender de los errores y no repetirlos. El pensamiento crítico debe formar parte del quehacer diario.
Formación. La tecnología avanza vertiginosamente. Por un lado, ofrece más ventajas y funcionalidades, pero, por otro, es fuente constante de estrés. No todo el mundo puede adaptarse con las mismas capacidades ni a igual velocidad, por eso es importante contar con los canales de formación adecuados.
Emociones. Las empresas resilientes están formadas por personas resilientes, que no caen en el pesimismo, que saben trabajar bajo presión, soportar el estrés, vencer el desánimo y ver oportunidades donde otros solo encuentran problemas. Los equipos resilientes no nacen, se forjan con estos materiales:
- Las empresas deben trabajar para crear un clima de comunicación sincera, donde se conviva con respeto, sin permitir que nadie se sienta acosado o criticado por sus compañeros ni sus jefes, donde reine la solidaridad y el sentimiento de justicia.
- Buenas relaciones. Establecer lazos sólidos entre los miembros del equipo propicia el espíritu de cooperación, la empatía y el apoyo mutuo.
- Permitir que todo el mundo opine, valorar sus aportaciones y conceder autonomía para llevar a cabo los propios proyectos asegura el suministro de nuevas ideas.
- Implicación en la toma de decisiones. Los éxitos son de todos. Por lo mismo, si algo va mal, todos pueden sentirse responsables de los fracasos y también de buscar soluciones.
Cuando estas condiciones se dan, las crisis se convierten en oportunidad porque, cómo diría el poeta Horacio, «la adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad hubieran permanecido dormidos».