Por Francisco Reyes
TORONTO. Cada vez que ciertos versificadores recitan sus ‘poemas’ en las tertulias literarias de esta ciudad nos preguntamos, aprovechando la celebración del Mes del Idioma Español: ¿Es eso poesía o simple palabreo? ¿Es verdadera poesía todo lo que se expresa en versos?
Cualquier escrito puede someterse artificiosamente a la versificación, pero no necesariamente produce un poema, que es el resultado de la creación poética. No basta sólo con expresar el pensamiento en versos. Hay que elevarlo a las esferas del arte para que manifieste la belleza.
La Poesía “es el arte de crear la belleza por medio de la palabra” sometida a parámetros por los que se rige todo proceso de creación artística.
¿Significa que se debe estudiar para ser poeta? ¡No! El ‘poeta-pastor’ Miguel Hernández no tuvo estudios literarios formales. Nació artista y se pulió apacentando ovejas. Sus obras se ajustan a la auténtica tradición poética universal. Pero esa no es la generalidad de quienes ‘versifican’ ajenos a los principios del arte.
La lengua poética se distingue de la cotidiana, que nombra las cosas de forma directa. El lenguaje literario es figurado. Recurre a imágenes y metáforas para expresar la realidad de manera simbólica. A mayor simbolismo, mayor esteticidad o belleza en el poema.
Difiere de la lengua científica, que describe con exactitud la realidad objetiva. El lenguaje poético expresa sentimientos (realidad subjetiva) del escritor. El poeta no es un sociólogo que habla de las cosas como son, sino un creador artístico que las expresa como las percibe en un momento de éxtasis, trascendiendo la lengua cotidiana.
Para que ésta alcance nivel artístico debe apegarse a principios de la Estética – “ciencia que estudia las condiciones en que se produce la belleza”- y a normas de la Preceptiva Literaria, que muchos desestiman por desconocimiento o falta de intuición. De ahí su fracaso como versificadores.
El poeta posee cualidades innatas como la iluminación o inspiración en que capta la esencia de la realidad (real o virtual) para crear su obra de arte. Según Hegel, “El arte es la manifestación sensible del espíritu”. La poesía es sensibilidad artística elevada a su máxima creatividad, utilizando figuras del lenguaje que se convierten en expresiones estéticamente novedosas de la lengua literaria universal.
Otra cualidad, como la originalidad, opuesta a la imitación o plagio, lo lleva a producir obras con sello propio. “Quien que imita, no progresa”: manifiesta su mediocridad.
El lenguaje literario debe expresarse con claridad, sencillez y precisión, cualidades opuestas a la opacidad, el rebuscamiento y la afectación. Una sobrecarga de vocablos, a veces imprecisos y rebuscados, oscurece al poema. Es, como dice el refrán: “mucha espuma y poco chocolate” en agua turbia.
Los principios estéticos son comunes a todas las artes, como el buen gusto -que no es universal, sino subjetivo- para producir deleite. Muchos poemas gustan a unos y otros, no. Pero lo que no es auténtica poesía no deleita a nadie.
También, de extrema importancia, además de la forma y el contenido, están la expresividad y el ‘poder evocador o sugerente’ para crear interés y trasladarnos a realidades fuera del poema. Sin ellas, la poesía no alcanza su fin de revelar la belleza en su función evocadora.
Por último, la permanencia y trascendencia del poema, que lo vuelven recurrente y podrían hacer famoso al autor que sueña con las antologías y la Historia de la Literatura. Ejemplos abundan desde la antigüedad grecolatina y de otras culturas ¿Quién no sueña con la fama?
No todo destello fugaz llega a ser poesía. Hay un proceso a seguir, consciente o inconscientemente, en el acto de la creación literaria. La ‘inspiración’ no basta por sí sola para lograr poemas genuinos, salvo raras excepciones de escritores innatos muy creativos. Se requiere de disciplina y pulimento para producirlos.
¿Demasiadas exigencias? El primer exigente debe ser el autor, crítico principal de su creación estética, para distinguir la poesía de lo que es una efusión de ideas que no llegan a estructurar adecuadamente una obra en versos. Ser honesto consigo mismo, desechando trivialidades fruto de emociones efímeras que confunde con la inspiración o éxtasis, lejos de dicho proceso.
Hay quienes, bajo ciertas presunciones, se lanzan a la aventura de publicar ‘libros de versos’ baladíes y mal estructurados que no llevan al éxito sino a la frustración. Obras defectuosas que alguien leerá hasta las primeras páginas, arrinconándolas en el olvido para que el tiempo las deteriore.
El oficio de poeta, además de la vocación artística, exige cierto dominio del léxico y mínima formación estética. Conocimiento, aun sea elemental, de la tradición literaria con la que se enraízan sus obras, si están acrisoladas. Miguel Hernández bebió en esa fuente hasta depurar el verso con maestría en lengua castellana.
La versificación precisa talento, equilibrio y perfeccionamiento para crear un verdadero poema. Lo demás, contrario a las normas, resulta en llamarada de hojas secas, Improvisación banal, cursilería: palabreos de trovadores quiméricos que no seducen a la poesía, en su afán inútil por cautivarla imaginándose lo que ella no es.
*Francisco Reyes puede ser contactado en [email protected]