Rodrigo Díaz M.
Tras décadas de éxitos limitados, los científicos afirman que la investigación ha alcanzado un punto de inflexión, y muchos predicen que en cinco años habrá vacunas efectivas contra el cáncer.
No se trata de vacunas tradicionales que previenen la enfermedad, sino de inyecciones para reducir tumores e impedir que el cáncer reaparezca. Entre los objetivos de estos tratamientos experimentales figuran el cáncer de mama y de pulmón, y este año se han notificado avances en el mortal cáncer de piel, el melanoma y el cáncer de páncreas.
“Estamos consiguiendo que algo funcione. Ahora tenemos que conseguir que funcione mejor”, afirma el Dr. James Gulley, que colabora en la dirección de un centro del Instituto Nacional del Cáncer que desarrolla terapias inmunológicas, incluidas vacunas para el tratamiento del cáncer.
Ahora más que nunca, los científicos saben cómo se esconde el cáncer del sistema inmunitario del organismo. Las vacunas contra el cáncer, al igual que otras inmunoterapias, refuerzan el sistema inmunitario para que encuentre y elimine las células cancerosas. Y algunas de las nuevas utilizan ARNm, que se desarrolló para el cáncer pero se utilizó por primera vez para las vacunas contra el COVID-19.
Para que una vacuna funcione, debe enseñar a las células T del sistema inmunitario a reconocer el cáncer como peligroso, explica la Dra. Nora Disis, del Instituto de Vacunas contra el Cáncer de la UW Medicine en Seattle. Una vez entrenadas, las células T pueden viajar a cualquier parte del cuerpo para cazar el peligro.
El progreso de las vacunas terapéuticas ha sido difícil. La primera, Provenge, se aprobó en los Estados Unidos en el 2010 para tratar el cáncer de próstata que se había extendido. Requiere el procesamiento de las células inmunitarias del propio paciente en un laboratorio y su administración por vía intravenosa. También hay vacunas terapéuticas para el cáncer de vejiga incipiente y el melanoma avanzado.
Según Olja Finn, investigadora de vacunas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, las primeras investigaciones sobre vacunas contra el cáncer fracasaron porque el cáncer burló y superó el débil sistema inmunitario de los pacientes.
“Todos estos ensayos que fracasaron nos permitieron aprender mucho”, afirma Finn.
Como resultado, ahora se centra en pacientes con enfermedad más temprana, ya que las vacunas experimentales no ayudaron con los pacientes más avanzados. Su grupo está planeando un estudio de vacunas en mujeres con un cáncer de mama no invasivo de bajo riesgo denominado carcinoma ductal in situ.
También puede haber más vacunas que prevengan el cáncer. Las vacunas contra la hepatitis B, introducidas hace décadas, previenen el cáncer de hígado, y las vacunas contra el VPH, introducidas en el 2006, previenen el cáncer de cuello de útero.
Otros están desarrollando vacunas para prevenir el cáncer en personas con nódulos pulmonares precancerosos y otras afecciones hereditarias que aumentan el riesgo de cáncer.
Las farmacéuticas Moderna y Merck están desarrollando conjuntamente una vacuna personalizada de ARNm para pacientes con melanoma, y este año se iniciará un estudio a gran escala. Las vacunas se adaptan a cada paciente en función de las numerosas mutaciones de su tejido canceroso. Una vacuna personalizada de este modo puede entrenar al sistema inmunitario para que busque la huella de la mutación del cáncer y elimine esas células.
Pero estas vacunas serán caras.
“Básicamente hay que fabricar cada vacuna desde cero. Si no fuera personalizada, la vacuna podría fabricarse por unos céntimos, como la vacuna COVID”, afirma el Dr. Patrick Ott, del Instituto Oncológico Dana-Farber de Boston.
Las vacunas que se están desarrollando en UW Medicine están diseñadas para funcionar en muchos pacientes con varios tipos de cáncer. Se están realizando pruebas en cáncer de mama precoz y avanzado, cáncer de pulmón y cáncer de ovario. Algunos resultados podrían llegar el año que viene.