Tras derrotar al Barcelona fuera de casa 4-2 el domingo pasado el Girona ha conseguido lo que muchos creían imposible: ser líder de La Liga.
El entrenador Míchel ha llevado al Girona, propiedad en un 47% del Manchester City y una ciudad de 100 mil habitantes, a una temporada histórica.
Cuando el Girona se puso líder por primera vez en septiembre, Míchel dijo que el problema era que era solo la séptima semana, no la trigésimo octava. Aún no habían jugado contra los equipos más grandes y el sábado siguiente, como para demostrarlo, perdieron 3-0 contra el Real Madrid. Pero han pasado nueve partidos más y ahí siguen, en la primera plaza.
Es diciembre y el Girona es líder. El equipo, que nunca ha estado en competición continental, tiene un colchón de 12 puntos en los puestos de Liga de Campeones, 17 sobre la última plaza europea probable, lo cual es extraordinario.
Al comienzo de la temporada, una de esas gloriosas guías que elaboran los periódicos deportivos españoles, biblia de la única fe verdadera, declaraba que el Girona buscaba “hacer historia”: alcanzar por tercer año consecutivo la primera división. Otro decía que su objetivo era “consolidarse” en primera división, conseguir los puntos necesarios para la permanencia “lo antes posible” y vivir una “temporada tranquila”.
El Girona ha marcado 38 goles en lo que va de temporada; en las cinco grandes ligas europeas, sólo el Bayern de Múnich y el Bayer Leverkusen tienen más.
Dos de los tres jugadores que más pases han dado en la Liga juegan en Girona: Aleix García y Blind, y ningún otro equipo en Europa ha creado más ocasiones de gol que el club catalán. Realmente fabuloso.