Posteriormente y debido a nuestra avanzada edad, entramos en el proceso de duelo por muerte de un ser querido, un cónyuge, un pariente, o un amigo muy querido. El problema es que en nuestra tercera edad estamos en una etapa difícil para afrontar las consecuencias, emocionales, físicas y hasta espirituales que el proceso mencionado conlleva.
Por Alejandro Morales
Las pérdidas, cualquiera que ellas sean, crean un cambio desconcertante que a la postre llega a producir cambios profundos que a veces son muy difíciles de revertir. Como adultos mayores nos sentimos débiles o incapaces de afrentar reacciones físicas, o peor aún sentimientos muy intensos y pensamientos confusos, lo que hace del confrontar estas consecuencias algo bastante complejo. La muerte de ese ser querido suele reencontrarnos con todas esas pérdidas que hemos enfrentado en nuestras vidas y hacernos reparar en cómo nuestra red de relaciones sociales comienza a disminuir.
Es posible que en nuestra edad adulta hayamos también comenzado en pensar en nuestra propia muerte, lo que trae a la mente nuestras dudas y, por añadidura, una mirada crítica a lo que hemos hecho en el transcurso de nuestras vidas. Esta especie de balance genera someros juicios en los cuales nos sentamos en el banquillo de los acusados y decididamente tratamos de exculpar gran parte de nuestro pasado haciendo un esfuerzo para defender nuestras actitudes, que muchas veces fueron generosas y solidarias.
Angustia, enojo, tristeza profunda, incertidumbre, soledad, pérdida de identidad y autoestima serán algunas de las emociones que le podrían hacer pensar al adulto mayor que ha perdido la mayor parte de su historia familiar y de la infancia, aún cuando existen seres queridos que aún lo aman. Se hace difícil resolver la tristeza que lo rodea y toda esta fuerte emocionalidad puede llevar a la depresión. Aún más, se puede producir una tendencia al aislacionismo al agravarse el dolor por la incapacidad de resolver su duelo y la posible pérdida de su independencia.
Es indudable que nuestro adulto mayor afectado por el proceso del duelo necesitará un fuerte apoyo emocional para convertir, si es posible, el fenómeno en algo medianamente saludable, donde el soporte familiar es crucial permitiéndole así un espacio para verbalizar su tristeza aceptando la ausencia y poder eliminar los sentimientos contradictorios y confusos que le angustian. Finalmente, interesa hacer que el adulto mayor encuentre el “sentido de la vida” nuevamente. Todo esto nos hace pensar en cuáles serían los pasos para acompañarlos en este duro momento de sus vidas.
El primer paso es lo que se llama “contención emocional”. Consiste en ser comprensivo y escucharlo sin la utilización de frases o palabras trilladas como “el tiempo cura todas las heridas” o “Dios sabe por qué se lo llevó”. Al ser buenos oyentes, tendremos que escuchar la misma historia más de una vez. Enfatizar cómo enfrentar la cotidianeidad de la vida sin la presencia de la persona que ha partido es otro paso, si bien cuidadoso, pero si necesario. No se trata de olvidar, pero sí de reforzar el ánimo de vivir.
Al segundo paso se le puede denominar como “la ayuda práctica”, la que es necesaria cuando haya que enfrentar la vida cotidiana y en el caso de una pareja en la pérdida de una compañera o compañero. La tarea doméstica suele convertirse en una tarea titánica, difícil de concentrarse y en un estado de desorientación. En vez de invitar el adulto mayor a “llamar cuando nos necesites” o bien “no dudes de venir a casa cuando quieras”, debemos procurar brindarle ayuda en las tareas de día a día. No olvidar que la soledad se intensifica mucho en esta etapa.
Otro paso importante es la “actividad física”, ya que esta no solo ayuda en la salud, sino que también disminuye el duelo mejorando los aspectos emocionales disminuyendo ese peligroso paso a la depresión. Expresar sentimientos a través del arte, la música, juegos, fotografía, etc. es otra vía digna de explorar.
La participación en “los centros recreativos” presenta beneficios de importancia. El procurar involucrar al adulto mayor en actividades institucionales, que normalmente programan eventos como juegos de ajedrez, talleres de costura, estas se pueden convertir en una buena oportunidad para pasar momentos de distracción que ayudan en el proceso.
Finalmente, cuando agotados los recursos mencionados es necesario dar a luz cada sentimiento guardado en el corazón para poder aceptar la ausencia poco a poco, es necesario la “ayuda profesional”. Difícil tarea. Pero esta puede brindar un espacio donde expresar emociones, pensamientos y temores, sin miedo a ser juzgado. (Fuentes: Senior Citizens Guide, Grief Support Older Adults, Grief Care Provider).