La pandemia ha hecho estragos en la economía mundial y ha acabado con la vida de cientos de miles de personas, pero también tendrá un efecto psicológico a largo plazo en la población.
Rodrigo Díaz M.
Un nuevo estudio sugiere que los habitantes de Canadá se enfrentarán a un aumento potencialmente explosivo de enfermedades mentales durante años después de que la pandemia COVID-19 haya terminado.
A largo plazo, el estudio de Deloitte estima que las visitas a las salas de emergencia por estrés y trastornos relacionados con la ansiedad aumentarán entre un 1% y un 3% con respecto a las tasas anteriores a la pandemia.
Además, el estudio estima que entre 6,3 y 10,7 millones de personas visitarán a un médico por problemas de salud mental, lo que supone un enorme aumento del 54 al 163% con respecto a los niveles pre-pandémicos.
La empresa consultora dice que los gobiernos deberían financiar los servicios de salud mental, los proveedores deberían prepararse para la demanda y las compañías de seguros deberían estudiar la posibilidad de revisar las opciones de cobertura.
Las estimaciones se basan en un análisis de lo ocurrido en los años posteriores al incendio forestal de Fort McMurray en 2016, que obligó a evacuar a 88 mil personas y destruyó más de 2.400 hogares en Alberta.
También se basa en un análisis de las repercusiones a largo plazo para Canadá de la “gran recesión” de 2008-09, una crisis económica mundial que no fue ni mucho menos tan profunda ni tan duradera como las repercusiones previstas para la crisis del COVID-19.
El país sigue sumido en la crisis sanitaria inducida por la pandemia y la crisis económica resultante, pero en el estudio se advierte que se está gestando una “crisis de tercer orden”.
“Esta es una crisis humana. Nuestras investigaciones anteriores sobre el impacto de los desastres naturales en los seres humanos muestran que una vez que las crisis de salud pública y económica hayan remitido, la crisis humana perdurará”, dice Deloitte.
La crisis humana incluye peores resultados educativos, un aumento del abuso de sustancias estupefacientes y de la delincuencia, así como un aumento de la incidencia de las enfermedades mentales.
En el estudio se insta a los gobiernos a que movilicen las redes de escuelas y guarderías para identificar a las personas que necesitan apoyo en materia de salud mental y dirigirlas a los recursos disponibles.
También insta a los profesionales de la salud mental a que preparen sus instalaciones para hacer frente a la afluencia de pacientes.