El Miércoles de Ceniza, celebrado el pasado 14 de febrero, marcó el inicio de la Cuaresma en el mundo católico, un tiempo de penitencia, oración, ayuno y misericordia. La Cuaresma es el período de 40 días que anteceden a las celebraciones de la Pascua, que es la festividad religiosa más importante del año litúrgico en la Iglesia Católica.
La duración de 40 días sigue el modelo de varios antecedentes bíblicos: los 40 días de Moisés en el Monte Sinaí, los 40 años de los israelitas en el desierto, los 40 días de Elías en el desierto, los 40 días del diluvio y, sobre todo, los 40 días de la tentación de Jesús en el desierto. Además, nuevas investigaciones señalan que Jesús, después de resucitar de entre los muertos estuvo 40 días en la tierra antes de su ascensión a los cielos. Tanto Jesús como Moisés y Elías ayunaron durante esos períodos.
En ese sentido, la Cuaresma es entonces un período de conversión y el color asociado a este período es el morado que significa duelo, penitencia y sacrificio. Es un tiempo de volvernos a Dios abandonando el pecado y llegando a una plena reconciliación con el Señor, con la Iglesia, con la comunidad y con nuestros hermanos.
A propósito de este tiempo, el Papa Francisco, envió su mensaje para la Cuaresma y preguntó a los creyentes: ¿Cómo se enfría en nosotros la caridad? Y señaló algunas respuestas, entre las que se encuentra el rechazo de Dios que deviene en una violencia con consecuencias inmediatas: rechazar también al “niño por nacer, al anciano enfermo, al huésped de paso, al extranjero, así como al prójimo que corresponde a nuestras expectativas”.
En esa misma línea, el Obispo de Roma dijo que la Iglesia en esta Cuaresma propone “el dulce remedio de la oración” como la vía para hacer que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos”. En el mensaje cuaresmal Jorge Bergoglio dijo: “¡Cuánto desearía que la limosna se convirtiera en un auténtico estilo de vida!”. Este deseo del Papa lo expresó con el convencimiento de que la limosna “nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es solo mío”.
El Papa también recomendó dar sentido a la tradicional práctica del ayuno en Cuaresma como un gesto que “debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer”. De esta manera, está convencido de que ayuda a todo cristiano a experimentar lo que siente aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre”.
Finalmente, en la última parte de su mensaje, Francisco pidió estar alerta ante los “falsos profetas” que hoy se esconden detrás de quienes ofrecen un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad: la ilusión del dinero, el falso remedio de la droga, las relaciones de usar y tirar, la vanidad que se esconde tras la mentira que confunde el bien y el mal.
En conclusión, en este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos recomienda ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo; no comer carne los días viernes de la cuaresma, orar intensamente, dar limosna y recurrir al sacramento de la reconciliación con nuestro prójimo, entre otras acciones de fe. Pero más allá de estas válidas recomendaciones, es necesario hacer un examen de conciencia interior para arrojar de nuestro corazón malos pensamientos, malas palabras y malas acciones, como el odio, el egoísmo, el rencor, la envidia, los celos, la insensibilidad, el poder, la gloria y la autocomplacencia que se anteponen al verdadero amor de Dios. Pero también podemos hacer otros tipos de ayunos que afectan directamente a nuestra salud, como el tabaco, el alcohol, la marihuana, el café, la comida rápida y, sobre todo, del excesivo uso de la tecnología, como el celular, la Tablet o la computadora, que nos esclaviza cada día con sus redes sociales virtuales. Hacemos votos para que en esta cuaresma experimentemos una verdadera conversión y que seamos capaces de ayunar todas las cosas malas que nos afectan. Que así sea!
Alexander Terrazas
Periodista y escritor