Rodrigo Díaz M.
El 9 de enero, una emisión de noticias en directo desde la ciudad portuaria de Guayaquil (Ecuador) se interrumpió repentinamente cuando más de una docena de hombres enmascarados irrumpieron en el estudio de televisión blandiendo armas y explosivos. Los atacantes blandieron sus armas salvajemente mientras obligaban a los presentadores y al equipo a tenderse en el suelo. Las cámaras siguieron rodando, transmitiendo la aterradora escena a través de miles de pantallas de televisión del país sudamericano.
Finalmente, las autoridades detuvieron a los 13 hombres, que iban a ser acusados de terrorismo. La semana pasada el fiscal que investigaba el atentado murió tiroteado en Guayaquil.
El impactante incidente es sólo un episodio de la reciente escalada de violencia en Ecuador. El país, que antaño era un remanso de paz para los turistas en la región más mortífera del mundo, se ha convertido poco a poco en uno de los lugares más peligrosos de Sudamérica. El deterioro de la situación de seguridad ha provocado la promesa de una dura represión por parte del recién elegido presidente Daniel Noboa, que declaró la guerra a los cárteles de la droga que ejercen un enorme control sobre el sistema penitenciario del país y luchan entre sí por el acceso a las rutas del narcotráfico. El plan de Noboa, respaldado por Estados Unidos, es drástico, pero analistas y observadores han advertido de que puede no ser suficiente para garantizar la paz a largo plazo.
Las últimas semanas de agitación se alejan del estatus de Ecuador como oasis en una región violenta. En el 2018, la tasa de homicidios en el país fue de seis por cada 100 mil personas, apenas más alta que la tasa de Estados Unidos de cinco por cada 100 mil personas ese mismo año. Esa tasa relativamente baja lo convirtió en una anomalía en la región: El vecino del norte de Ecuador, Colombia, vio una tasa anual de 26 asesinatos por cada 100 mil en el 2018, y en Brasil hubo alrededor de 28 asesinatos por cada 100 mil ese año. Ecuador se ha vuelto cada vez más peligroso en los últimos seis años, con una tasa de homicidios de más del doble en el 2021 y llegando a 40 por cada 100 mil habitantes en el 2023.
El deterioro de la situación de seguridad se ha debido en gran medida a la expansión de la delincuencia organizada del narcotráfico en el país. Los vecinos de Ecuador, Perú y Colombia, son grandes productores de cocaína, y el narcotráfico se ha convertido en un gran negocio en Ecuador a medida que los sucesivos gobiernos han luchado por contener a las poderosas bandas de narcotraficantes, entre ellas Los Lobos y Los Choneros, esta última vinculada al cártel mexicano de Sinaloa.