Por Raúl A. Pinto
Este sábado y domingo se reabren las salas de cine, con 50% de capacidad. No olvide, doble máscara, sanitizante, y sus sentidos preparados para ver buen cine, si así lo desea.
El mundo debería apreciar un poco más a Sylvester Stallone. Sus películas, sus actuaciones, sus guiones y sus habilidades para dirigir han demostrado solvencia y constancia con el paso del tiempo. Y qué mejor ejemplo que la portentosa “Rocky IV”, que en una hora y media se burló respetuosamente de su país, y de la entonces decaída Unión Soviética, revisitando de paso las lecturas sobre la masculinidad y la dignidad que los anteriores filmes de la saga del luchador no lograron cuajar del todo. Y en eso incluyo a la primera Rocky, escrita por él y ganadora del Oscar a la Mejor Película en 1977. Sí, la que le ganó a “Taxi Driver” …
En “Rocky IV”, Stallone ya había dirigido todas las secuelas del boxeador de Filadelfia, y en esta nuevamente trajo consigo al incansable Apollo Creed, a su amada Adrian, al bonachón Paulie, y dos personajes que volverían estrellas a los actores que los interpretaron, Ludmilla (Brigitte Nielsen), e Ivan Drago (Dolph Lundgren). Con la simple fórmula de poner a Rocky Balboa ante un obstáculo diferente con una pequeña ayuda de sus amigos, Stallone hizo una historia que funciona a pesar de sus convencionalismos, más que nada porque a pesar de amar su país, el peso pesado y su banda saben que sus vidas han girado en torno al desprecio y desdén de la sociedad donde crecieron. El director no arrastra a los personajes como meras caricaturas de sí mismos, sino también sus historias de vida, universalizando el valor de luchar dentro y fuera del ring, por uno mismo, por la patria, o por un régimen totalitario. Ajá, nadie es perfecto. Véala este fin de semana, en su versión restaurada y ampliada (Director’s Cut le dicen) y en 4K. En el Revue Cinema (400 Roncesvalles Ave), el sábado 5 a las 9:30 PM.
“An American in Paris” es una extravaganza recargada de elegancia. Y si bien no es mi favorita de Vincente Minelli (“Meet Me In St Louis” es perfecta), ni mi favorita de Gene Kelly (“Singin in The Rain”, además una de mis favoritas de todos los tiempos), ni de Leslie Caron (“Gigi”, también de Minelli, pero sobre todo un vehículo para ella), es una cinta preciosa, divertida, y un verdadero ballet disfrazado de musical. La historia es simplísima, e incluye el hecho que París sea un lugar para enamorarse, enredarse, desenamorarse y seguir amando porque en algún punto nadie entiende que está pasando.
Las composiciones de George Gershwin, ya célebres en la época que la película fue hecha, son usadas con increíble maestría, y la pieza principal, que da el nombre a la cinta es usada durante la última media hora, que termina sin que se diga ni una sola palabra. Se exhibirá en el Fox Theatre (2236 Queen St E, Toronto), el domingo 6 de febrero a la 1:45 PM.
Como muchos ya sabíamos quién era, y quien puede llegar a ser Jane Campion (favorita para ganar Oscars por “El Poder del Perro” este año), en buena hora nos llega una vilipendiada película de principios de los 2000, “In The Cut” que merece muchísimo más amor del que le dimos en su momento. Basada en la novela de Susanna Moore, falló con el público y parte de la crítica al ser etiquetada como un thriller psicológico. Más cercana al film noir, “In The Cut” indaga en la sexualidad y sensualidad femenina, en el mejor papel que Meg Ryan jamás hizo.
Cuando una profesora universitaria se ve envuelta en la investigación de una serie de horrendos crímenes en New York, su vida contradictoriamente tiene un fuerte despertar sexual ante la llegada del detective Malloy (un Mark Ruffalo cool y galancete), con quien comienza un juego de “me asusta pero me gusta” marcado, interesantemente, por el respeto que el policía le muestra en todo momento y la violencia que ella experimenta a su alrededor. La historia detrás de la investigación no funciona perfectamente, pero cuando se trata de seguir a la Ryan, por favor, pasen el popcorn. Véala en el TIFF Bell Lightbox (350 King St W, Toronto) este sábado 5 de enero a las 6:15 PM.
Luego de haberse entusiasmado con una serie de comerciales hechos para la Asociación de Libertades Civiles de Nuevo México en los 70’s, el cineasta Godfrey Reggio dirigió una obra maestra del cine abstracto: “Koyaanisqatsi”, que cumple 40 años desde su estreno. La inmortal música de Phillip Glass acompaña esta serie de imágenes de la vida real intercaladas, enseñando los contrastes entre la ciudad, la tecnología la naturaleza y las áreas rurales.
Con un guiño evidente al “2001” de Kubrick, Reggio hizo una revolución de secuencias, que al ser vistas hoy demuestran los orígenes de muchas visuales de cineastas más contemporáneos, además de marcar los llamados establishing shots para siempre. Más que intentar culpar a los cambios, este documental sin narración, y con muy pocos textos, inserta la tecnología como un esencial de la vida, un adherente que ya es muy tarde de quitarnos de encima. Sí, es magnífica.Véala en el Hot Docs Ted Rogers Cinema (506 Bloor St W, Toronto), este sábado 5 de febrero, a las 8:45 PM.