Por Raúl A. Pinto
Cuando Tim Burton estrena película (o serie, como pasó con la excelente “Merlina”), hay una corte de fans que nos volcamos a consumir su contenido como si fuera nuestra panadería favorita abriendo a las cuatro de la mañana. No importa si es una obra maestra, o una de sus cintas menores, pero siempre por una razón u otra, vale la pena ver qué se trae entre manos. Pero traer a la pantalla grande “Beetlejuice Beetlejuice” es una maravilla y un desafío también. Primero, para quienes viven debajo de una roca y no saben, se trata de una secuela, algo que Burton solo ha hecho una vez, con “Alice Through The Looking Glass”. Segundo, esta secuela no sigue a cualquier film, sino a un clásico de 1988, que ha ganado aún más popularidad de la que tuvo en su estreno, y que terminó convirtiendo a Burton y a sus protagonistas, Winona Ryder y Michael Keaton en artistas de clase mundial.
Por eso era esencial tener de regreso a ambos actores en la historia, para el deleite (si se le pueden llamar así a los ataques de pánico que nos da el gusto que esto esté ocurriendo) del público. Además, la canadiense Catherine O’Hara, quien ya era conocida entonces por participar en la serie SCTV, viene también a repetirse el plato, esta vez como toda una estrella, tras protagonizar y ganar un Emmy por la internacionalmente exitosa serie “Schitt’s Creek”, que por fin la puso en el mapa como la leyenda que es. Finalmente, esta película vuelve a usar a los guionistas originales, Michael McDowell y Warren Skaaren.
La trama nos trae algunas décadas después del término de la primera película, y muestra a Lydia (Ryder), viuda y madre adulto-joven, que continúa viendo fantasmas, incluyendo al picaresco Betelgeuse, aunque ella sabe muy bien que no debe hacerle mayor caso. Usando sus habilidades, ella se ha convertido en la reputada conductora de un programa de hechos sobrenaturales, y se ve bastante feliz con su hija, Astrid (Jenna Ortega), y su novio y productor, Rory (Justin Theroux). Cuando el padre de Lydia muere trágicamente en un accidente, su madrastra, Delia, le pide que regrese a la vieja casa de Connecticut para su entierro. Y cosas comienzan a pasar, otra vez, hasta la locura…
La historia es trabajada con mucho respeto, aunque el guion tropieza un poco (muy poco) al no lograr del todo la bella impredecibilidad y energía desenfrenada de la original. Ahora, esto es una tarea casi imposible, considerando que el estilo de comedia de la primera cinta hizo escuela, pero como el team creativo es prácticamente el mismo que hace 36 años atrás, “Beetlejuice Beetlejuice” contiene buenos diálogos, situaciones ingeniosas, personajes que caen muy bien en general, no aburre nunca y termina siendo una cinta sólida y suficiente en sí misma.
Hablemos de las actuaciones: Michael Keaton sigue siendo la indiscutible estrella de este espectáculo, sin perder el maniático e hiperventilado espíritu que lo lanzó a la fama. Winona Ryder, toda una profesional, trae la misma oscuridad de la niña que conocimos, recordándonos que muchos milenials fueron, alguna vez, parte de la tribu urbana de “emos” que Tim Burton también inspiró. Grandes también son Justin Theroux, en una versión más odiosa del ejecutivo de TV de mala clase que hizo en “Mullholland Drive”. Jenna Ortega, Merlina misma, se integra de forma perfecta a este grupo de gente loca, Catherine O’Hara, hace lo suyo con perfección que amamos, y Monica Bellucci con Willem Dafoe necesitaban muchísimo más tiempo en pantalla, porque es genial verlos cada vez que aparecen correteando en el inframundo.
Tim Burton y su imaginería visual están más magistrales que nunca, volviendo a usar efectos prácticos por sobre los efectos generados por computador. Y ahí tenemos también a don Danny Elfman, con su memorable partitura timburtonesca. “Beetlejuice Beetlejuice” es nostalgia, entretención y deleite visual. Disponible en salas y VOD.