Por Fabiana Frayssinet
La advertencia de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y otras instituciones multilaterales, es que la variabilidad climática incrementará la frecuencia y magnitud de los eventos extremos.
Según el Índice de Riesgo Climático Global, durante el periodo 1996-2015 cuatro de los 10 países más afectados en el mundo son de América Latina y el Caribe: Honduras (primero de todos), Haití (tercero), Nicaragua (cuarto) y Guatemala (noveno).
Perú sufrió entre marzo y abril inundaciones y deslizamientos, debido al fenómeno de “El Niño costero”, generado por el calentamiento de las aguas del litoral, con un saldo de más de 100 muertos, un millón de personas afectadas, 7,000 productores rurales damnificados (80 por ciento pequeños agricultores) e incalculables daños de infraestructura.
Las lluvias también dañaron más de 60,000 hectáreas e inutilizaron 18,000.
“Los cambios en patrones en precipitaciones y de temperatura continuarán. No necesariamente habrá efectos de desastres naturales evidentes, pero si cambio en el crecimiento de los cultivos, en el comportamiento de alguna plaga o enfermedades que podrían llegar a surgir o cambios en la productividad”, señaló Fernando Castro Verastegui, coordinador de Políticas de Desarrollo Rural y Seguridad Alimentaria de FAO en Perú.
Entre 2003 y 2013, la FAO estima que 22 por ciento de las pérdidas y daños causados por desastres de mediana y alta intensidad en países del Sur en desarrollo afectaron al sector agrícola.
Esta situación cobra especial importancia en esta región, que es una gran productora mundial de alimentos. Ese sector, del que depende prácticamente un tercio de la población latinoamericana activa, sufrió 13 por ciento de los daños causados por desastres.
La FAO y la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres ayudan a la región a desarrollar una Estrategia Regional de Gestión del Riesgo de Desastres en el sector agrícola y la seguridad alimentaria y nutricional, a solicitud de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Gabriela Merlinsky, del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires, dijo que “El aspecto peligroso de esto es que se vuelva un discurso globalizante por el cual echemos la culpa de todos los males al cambio climático y no tomemos en cuenta aquellos elementos estructurales de nuestra sociedad que hacen, por ejemplo, que nos inundemos más”.
Citó el caso de Argentina, donde hay una recurrencia de inundaciones en diferentes ciudades costeras y sobre todo en la región de la Pampa.
“Lo que ha habido es una intensificación del monocultivo, en particular la producción sojera que absorbe mucho menos agua que otro cultivo. El agua queda retenida en el suelo y hay un elevamiento de los niveles de las cuencas hidrológicas lo que son las napas freáticas. Eso aumenta la exposición a las inundaciones”, explicó.
Por eso para la investigadora, que integra un Grupo de Trabajo sobre Ecología Política del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), lo que está detrás de esos problemas “es la vieja cuestión del capitalismo y del avance despiadado sobre los recursos naturales” y los “serios problemas de regulación” de parte del Estado.