Por Pastor Valle-Garay
La pregunta fue sencilla y directa. El periodista Emiliano Chamorro, del respetable diario La Prensa de Managua, se dirigió a Monseñor Bismarck Carballo, párroco de la Iglesia Espíritu Santo, para indagar sobre la campaña del gobierno de Daniel Ortega contra Monseñor Silvio Báez, Obispo Auxiliar de Managua.
Era el 2 de noviembre del 2018 y Carballo iba al Cementerio Oriental a celebrar una actividad religiosa en el Día de los Difuntos. Según el periodista Chamorro, Carballo se sintió “visiblemente molesto” y “prefirió tomar distancia del tema.” Le dijo a Chamorro que “él no hablaba con La Prensa.”
Pero habló. Refiriéndose a Monseñor Báez, Carballo dijo “Qué se defienda solo. Él ya está grande.”
Por supuesto, la respuesta de Carballo demuestra la falta de lealtad entre la jerarquía nicaragüense en medio de una guerra abierta entre la jerarquía católica y la pareja Ortega-Murillo en el poder.
La ironía de la prepotente actitud de Carballo, quien ahora es incondicionalmente fiel amigo del dictador Ortega, contrasta con lo ocurrido en los años ochenta cuando Carballo fue víctima de una campaña de desprestigio de parte de la Dirección del Frente Sandinista de Liberación Nacional. En un montaje del FSLN, Carballo fue fotografiado en un motel con una prostituta. Ambos estaban desnudos. Las fotos aparecieron en los diarios nacionales y en publicaciones mundiales.
GUERRA ABIERTA CONTRA MONSEÑOR BÁEZ. Ortega por su parte busca como deshacerse de Monseñor Báez a como dé lugar. Según La Prensa y otros medios de comunicación de Nicaragua, la campaña contra Báez “incluye amenazas de muerte, persecución, desprestigio e incluso la recolección de firmas para enviar una carta al Papa Francisco y que éste lo retire de Nicaragua.”
¿Y qué habrá hecho este valiente, importante miembro de la jerarquía católica para merecer semejante tratamiento de parte del dictador y de su esposa, la vicepresidente de Nicaragua, quien igualmente le acusa de ser golpista y de atacar al gobierno del dictador?
Realmente, Báez no ha hecho más que desempeñar su responsabilidad religiosa de proteger a la población, conducir servicios religiosos para pedir que Dios proteja a los fieles, acompañar a la población en manifestaciones de protestas que en cuestión de seis meses han causado 528 muertes a manos de las autoridades orteguistas, miles de personas en la cárcel, miles de desaparecidos, cientos de periodistas salvajemente golpeados y miles de heridos y por formar parte de una Comisión de Paz en búsqueda de una solución pacífica a la tragedia nicaragüense.
La participación de Monseñor Báez en la crisis política-económica nicaragüense cuenta con el apoyo de la población católica nicaragüense, con el apoyo del Vaticano, de la Organización de Estados Americanos (OEA), con el apoyo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y la Comisión de Derechos Humanos de Nicaragua, con el apoyo de la Unión Europea y de países de la América latina y sobre todo con el apoyo de los católicos nicaragüenses.
En otras palabras, Monseñor Báez no está solo. Pero sí se encuentra asediado por Ortega, Murillo, la Policía orteguista y las hordas delincuenciales que supuestamente mantienen el orden en Nicaragua pero que realmente responden a las criminales órdenes de Ortega y de Murillo al atacar brutalmente al clérigo y a una población pacífica y desarmada.
ORTEGA SE LAS JUEGA CON DIOS Y EL DIABLO. Si bien Monseñor Carballo se rehusó pública y cobardemente a apoyar a Monseñor Báez, su más reciente cambio de lealtad es parte de una sistemática campaña de Ortega y sus secuaces dirigida contra la religión católica y contra la ciudadanía. Dividir y conquistar.
En los años ‘80, después del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, Ortega y el entonces Cardenal Obando y Bravo, que fuese premiado por el Vaticano con el nombramiento de Cardenal por su feroz oposición al Frente Sandinista de Liberación Nacional, ya habían cruzado palabras fuertes. Ortega acusó al Cardenal de “fariseo” y en 1996 el Cardenal Obando y Bravo denunció a Ortega como una “víbora.”
De repente todo esto cambió. En septiembre del 2005, el Cardenal Obando y Bravo celebra el casamiento por la iglesia entre Ortega y Murillo durante una misa solemne en Managua. Cuatro meses después de ganar las elecciones presidenciales del 2006, Ortega “convierte” al orteguismo al Cardenal Obando y Bravo, lo nombra Presidente de la Comisión de Paz y Reconciliación con rango de Ministro de Estado, desatendiendo un edicto del Papa Juan Pablo II, quien suspendió de la iglesia a tres sacerdotes nicaragüenses que eran Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro de Cultura y Ministro de Educación en el primer gobierno sandinista, alegando que “los Ministros de Dios no deberían ser Ministros del Estado.” Ortega también declara a Obando y Bravo Prócer de la Paz y la Reconciliación.
*Por Pastor Valle-Garay is a Senior Scholar of York University