El intento del Gobierno de Nicolás Maduro de disolver la Asamblea Nacional y transferir sus poderes al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), ha acentuado la polarización en el país. Pese a dar marcha atrás en su decisión, por primera vez el régimen chavista fue unánimemente condenado por los organismos internacionales que calificaron la acción como un ‘autogolpe’.
Es un ‘golpe de Estado’, han dicho los opositores de Maduro que a su vez iniciaron una ola de protestas en las calles exigiendo elecciones y la destitución de los miembros del TSJ; no obstante, han sido y son hasta ahora reprimidos por la Policía alineada al Gobierno, dejando heridos y detenidos.
En este contexto tan difícil, la pregunta de rigor es ¿Cuál es la salida a la crisis de Venezuela? La liberación inmediata de todos los presos políticos y la celebración de elecciones presidenciales bajo observación de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que en días pasados emitieron una resolución en la que condenan la vulneración de los preceptos constitucionales en el país sudamericano. Esta sería la única salida viable que le queda al mandatario venezolano, Nicolás Maduro, para enmendar la doble violación de las normas constitucionales que ha protagonizado en la última semana y que es fruto directo de la forma autoritaria que el chavismo tiene de concebir el poder
En sintonía con el pronunciamiento de la OEA, ojalá se pueda abrir la vía electoral, liberar a los presos políticos, devolver todas las facultades a la Asamblea Nacional, crear condiciones para un diálogo sincero entre el Gobierno de Maduro y la oposición para solucionar la crisis política y empezar una nueva era en la historia de Venezuela. De lo contrario, algunos ciudadanos seguirán buscando comida en la basura, dejando ir la vida en eternas colas por alimentos o medicinas y huyendo del país. Ojalá que un pueblo tan querido y valeroso como Venezuela encuentre una solución y no tenga por qué seguir soportando tanta vergüenza e indignidad.
Es más, la reacción de los gobiernos democráticos no debería ser otra que tender puentes para solucionar la profunda crisis en lugar entorpecer las medidas de los organismos internacionales. El espíritu democrático de los latinoamericanos, forjado en las luchas por la recuperación de las instituciones que rigen el orden de un país, exige que nuestros gobernantes asuman posiciones más claras para condenar cualquier intento o golpe de estado y que se sumen a la corriente de la voz del pueblo que pide el retorno de la democracia en la patria grande del libertador, Simón Bolívar.
Alexander Terrazas
Periodista boliviano radicado en Toronto