Rodrigo Díaz M.
La científica húngara Katalin Kariko y su colega estadounidense Drew Weissman ganaron la semana pasada el Premio Nobel de Medicina 2023 por sus aportes en la creación de la primera vacuna contra el COVID-19.
“Los galardonados han contribuido a un ritmo sin precedentes en el desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas para la salud humana en los tiempos modernos”, declaró el organismo sueco en el último reconocimiento a la pareja.
El premio, uno de los más prestigiosos del mundo científico, fue seleccionado por la Asamblea Nobel de la universidad médica Instituto Karolinska de Suecia y está dotado con 11 millones de coronas suecas (alrededor de un millón de dólares) a repartir entre ambos.
Kariko fue vicepresidenta sénior y responsable de sustitución de proteínas de ARN en BioNTech hasta el 2022 y desde entonces ha actuado como asesora de la empresa. También es profesora en la Universidad de Szeged en Hungría y profesora adjunta en la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania.
Weissman es profesor de investigación de vacunas en la Escuela Perelman.
Los dos galardonados desarrollaron conjuntamente las llamadas modificaciones de bases nucleósidas, que impiden que el sistema inmunitario lance un ataque inflamatorio contra el ARNm fabricado en laboratorio, lo que antes se consideraba un obstáculo importante para cualquier uso terapéutico de la tecnología.
La empresa alemana de biotecnología BioNTech declaró en junio que cerca de 1.5 billones de personas en todo el mundo habían recibido su inyección de ARNm, desarrollada conjuntamente con el gran fabricante de medicamentos Pfizer PFE.N.
La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) citó a principios de este año estimaciones según las cuales, sólo en el primer año de la pandemia, se calcula que las vacunas contra el coronavirus ayudaron a salvar casi 20 millones de vidas en todo el mundo. Las vacunas de ARNm de BioNTech y Pfizer fueron las más utilizadas en el mundo occidental.