Rodrigo Díaz M.
El presidente de Francia, Enmanuel Macron esperaba que su impulso para elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años cimentaría su legado como el presidente que transformó la economía de Francia para el siglo XXI. En cambio, se encuentra con que su liderazgo es impugnado, tanto en el Parlamento como en las calles de las principales ciudades.
Su decisión de forzar la aprobación de un proyecto de reforma de las pensiones sin someterlo a votación ha enfurecido a la oposición política y podría obstaculizar la capacidad de su gobierno para aprobar leyes durante los cuatro años restantes de su mandato.
En su primer comentario público sobre el tema desde entonces, el líder de 45 años expresó su deseo de que el proyecto de ley “llegue al final de su camino democrático en una atmósfera de respeto para todos”.
Desde que se convirtió en presidente en el 2017, Macron ha sido acusado a menudo de arrogancia y de estar desconectado con la realidad.
Percibido como “el presidente de los ricos”, despertó resentimientos por decirle a un desempleado que solo necesitaba “cruzar la calle” para encontrar trabajo y por sugerir que algunos trabajadores franceses eran “perezosos”.
Macron ha dicho en repetidas ocasiones que está convencido de que es necesario modificar el sistema de jubilación francés para mantener su financiación y ha argumentado que otras opciones propuestas, como aumentar la ya pesada carga fiscal, alejarían a los inversores, y que reducir las pensiones de los jubilados actuales no era una alternativa realista.
Las muestras públicas de descontento pueden pesar mucho en sus decisiones futuras. Las protestas espontáneas, a veces violentas, que estallaron en París y en todo el país en los últimos días han contrastado con las manifestaciones y huelgas en gran medida pacíficas organizadas anteriormente por los principales sindicatos de Francia.
La reelección de Macron para un segundo mandato el pasado abril reforzó su posición como actor principal en Europa.
Macron hizo campaña con una agenda pro empresarial, prometiendo abordar la cuestión de las pensiones y diciendo que los franceses deben “trabajar más tiempo.”
En junio, la alianza centrista de Macron perdió la mayoría en la Cámara Baja del Parlamento, aunque sigue teniendo más escaños que otros partidos políticos. El presiente francés dijo entonces que su gobierno quería “legislar de otra manera”, basándose en compromisos con una serie de grupos políticos.
Desde entonces, los legisladores conservadores han aceptado apoyar algunos proyectos que encajan con sus propias políticas. Pero las tensiones en torno al plan de pensiones y la falta de confianza generalizada entre partidos ideológicamente diversos pueden acabar con los intentos de buscar un compromiso.
Macron mantendría su cargo hasta el final de su mandato en el 2027 y conservaría importantes competencias en política exterior, asuntos europeos y defensa. Como comandante en jefe de las fuerzas armadas, puede tomar decisiones sobre el apoyo de Francia a Ucrania y otras cuestiones globales sin la aprobación parlamentaria.
Los fuertes poderes presidenciales de Francia son un legado del deseo del general Charles de Gaulle de contar con un sistema político estable para la Quinta República que instauró en 1958.
Otra opción en manos del presidente es disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones parlamentarias anticipadas.
Ese escenario parece poco probable por ahora, ya que la impopularidad del plan de pensiones significa que la alianza de Macron difícilmente obtendría una mayoría de escaños. Y si ganara otro partido, tendría que nombrar a un primer ministro de la facción mayoritaria, facultando al gobierno para aplicar políticas divergentes de las prioridades del presidente.