Por Raúl A. Pinto
Aunque la primera entrega no fue tan buena, al menos entretenía. Sumado al éxito que logró en taquilla, estas fueron excusas suficientes para que Hollywood sacara “Five Nights at Freddy’s 2” con el mismo equipo que la cinta del 2023, a cargo de la directora Emma Tammi y el guionista, productor y creador de los juegos originales, Scott Cawthon.
Todos oímos que el rodaje sería en Nueva Orleans, y junto con el retorno de Josh Hutcherson Elizabeth Lail, Piper Rubio y Matthew Lillard, y los recién llegados Freddy Carter, Skeet Ulrich y Mckenna Grace la verdad es que hasta ganas daban de verla. Y muchos pensaron lo mismo, considerando que comenzó el fin de semana con casi 30 millones de dólares en taquilla, y se perfila como uno de los estrenaos más lucrativos de la temporada.
La trama parte con un flashback a 1982, que nos muestra el origen del horror del universo de Freddy Fazbear’s Pizza. Desde ahí saltamos al 2002, donde Abby intenta reconectar con los seres animatrónicos y Mike intenta mantener una apariencia de normalidad mientras Vanessa deambula con su propio trauma familiar a cuestas. La llegada de los cazadores paranormales, el despertar de la Marionette, los nuevos “juguetes” y la confusión que causa la existencia de distintos locales hacen que la historia de forma dinámica, con la intención de equilibrar el horror con las historias locales y los giros en la trama.
Por lo menos tenemos a casi todo el elenco original, partiendo por el genial Josh Hutcherson, de quien soy fan acérrimo, y que dota a Mike de la humanidad necesaria para sacarlo de una interpretación en 2D. Piper Rubio, y especialmente Elizabeth Lail se mueven con toda comodidad, entregando una mejor actuación que en la primera parte, frente a cambios en la historia como su descubrimiento sobre William Afton.
El grave problema es que el guion de Cawthon no quiere desilusionar a los fans más duros del videojuego, esos que apuntan a los errores de continuidad o del canon si así lo consideran pero, como se deben imaginar, esto le resta fuerza a la película misma. Los animatrónicos están muy bien hechos, y hay más esfuerzo en asustar. Pero todo se pierde con la cantidad de cambios en la historia, y las subtramas que nunca se cierran apropiadamente. Veamos como envejece, porque por el momento, no tenemos ganas de gastar ni una noche en el cine para verla. Pero juzgue ud. Disponible en salas.
Siempre es fascinante ver como una obra musical puede ser reinventada y mejorar o empeorar, dependiendo de quien la tome para trabajarla. La directora Maria Friedman entiende que su premiada versión de “Merrily We Roll Alone” necesitaba un par de ajustes para ser vista en la pantalla grande, y creo que lo logró.
El complicado musical con canciones del ganador del Oscar Stephen Sondheim y guión de George Furth, fue estrenado en 1981, en una ambiciona producción que buscaba ir yendo hacia atrás en el tiempo para contar la historia de los tres personajes principales. Aquella producción fue un total fracaso, incomprendida por la crítica y el público, y cerrando después de 16 funciones.
Un compositor como Sondheim, que se convirtió, con el tiempo, en el autor más respetado del teatro estadounidense, permitió que la obra tuviera revisiones y versiones en todo Norteamérica y que, cuarenta años después, el 2023, fuera presentada nuevamente en Broadway, en el Hudson Theatre con récords de ventas. Y esta semana, claro, Sony Pictures Classics y Fathom Entertainment traen la entretenida version filmada por Radical Media para el cine.
Se nota el trabajo puesto en entregar una clara narración en reversa, que parte en 1977 con Frank Shepard (Jonathan Groff), celebrando su éxito en Hollywood mientras todo lo que alguna vez importó ya casi no existe. La historia no suaviza ese inicio lleno de traiciones, rencores y viejas heridas que se abren en una fiesta vacía y superficial. De ahí retrocede(mos) a entrevistas televisivas, rupturas matrimoniales, amistades fracturadas, éxitos en Broadway y fiestas. Y mucho dolor. La historia, y esto no es un spoiler para nada, termina en 1957, con Frank, Charley (Daniel Radcliffe) y Mary (Lindsay Mendez) mirando el cielo esperando ver pasar el satélite ruso Sputnik.
El mayor valor de esta película está en los actores principales. Jonathan Groff, con la misma perfección que tuvo al interpretar a Holden Ford en “Mindhunter”, construye a Frank sin perder la honestidad de carácter, mostrando su faceta frívola y el inmenso vacío que siempre en su interior. Daniel Radcliffe, el mismísimo Harry Potter, desborda emociones en cada aparición. Como muchos ex actores infantiles, tiene un profesionalismo envidiable que en teatro funciona muy bien. Lindsay Mendez es un verdadero regalo en la gran pantalla, con esa sonrisa inmensa, su cinismo y su genuina preocupación por sus amigos, y por si misma.
Como lo decía, Maria Friedman es muy consciente que filmar en teatro no es lo mismo que el teatro en sí o el cine en sí, y usa muy bien los close-ups que no puede lograr en las tablas. Y al mismo tiempo, cuando el elenco completo necesita mostrarse, también podemos verlo sin molestia. Porque, no olvidemos, este es un musical, y los actores cantan, bailan y actúan sus emociones como si no hubiera un mañana. A pesar de un par de cambios de cámara innecesarios, me alegra que “Merrily We Roll Along” exista. Distribuida en Canadá por Mongrel Media. Disponible en salas.














