Rodrigo Díaz M.
Claudia Sheinbaum tomó posesión el martes como la primera mujer presidenta de México, aprovechando el entusiasmo por los programas sociales de su predecesor, pero también enfrentándose a retos que incluyen unos niveles de violencia extremadamente altos.
La científica reconvertida en política, de 62 años, recibe un país con una serie de problemas inmediatos, entre los que también se incluyen una economía aletargada, programas de construcción inacabados, una deuda creciente y la ciudad turística de Acapulco, devastada por los huracanes.
En su discurso, Sheinbaum dijo que con su llegada llegan todas las mujeres que han luchado en el anonimato por abrirse camino en México, incluidas “aquellas que soñaron con la posibilidad de que un día, sin importar si habíamos nacido como mujeres o como hombres, alcanzaríamos nuestros sueños y anhelos sin que nuestro sexo determinara nuestro destino”.
La nueva presidenta hizo una larga lista de promesas para limitar los precios de la gasolina y los alimentos, ampliar los programas de ayuda en efectivo para mujeres y niños, apoyar la inversión empresarial, la vivienda y la construcción de ferrocarriles de pasajeros. Pero cualquier mención a los cárteles de la droga que controlan gran parte del país fue breve y casi al final de la lista.
Sheinbaum alcanzó la victoria en junio con casi el 60% de los votos, impulsada en gran medida por la popularidad sostenida de su mentor político, el ex presidente Andrés Manuel López Obrador. Ella se ha comprometido a continuar todas sus políticas, incluso las que reforzaron el poder de los militares y debilitaron los contrapesos y salvaguardias del país.
López Obrador llegó al poder hace seis años declarando “Por el bien de todos, primero los pobres”, y prometiendo un cambio histórico respecto a las políticas económicas neoliberales de sus predecesores. Sheinbaum prometió continuidad, desde sus populares políticas sociales hasta las controvertidas reformas constitucionales del poder judicial y la Guardia Nacional aprobadas durante sus últimos días en el cargo.
A pesar de su promesa de continuidad, Sheinbaum es una personalidad muy diferente: una científica prudente y una izquierdista universitaria ideológica, en contraposición al atractivo simpático y campechano del presidente saliente.
Sin embargo, hay áreas en las que Sheinbaum podría intentar llevar a México en una nueva dirección. Por ejemplo, tiene un doctorado en ingeniería energética y ha hablado de la necesidad de abordar el cambio climático.