Kelly Arévalo
Toronto, Canadá
Desde tiempos antiguos en diferentes culturas se ha celebrado la figura relacionada con la madre.
Rea la diosa madre en Grecia, Isis la diosa creadora de la vida en Egipto y la Pachamama, la madre tierra de la cultura Inca.
En la actualidad en muchos de nuestros países el día de la madre se celebra en el mes de mayo.
Esta tradición comenzó en Estados Unidos, luego de históricas gestas encabezadas por mujeres como Julia Ward y Anna Jarvis, quienes organizaron las primeras reuniones del día de las madres. La fecha fue retomada por el gobierno y el Congreso de ese país y en 1914 se aprobó una resolución conjunta para establecer el segundo domingo de mayo de cada año la celebración el día de la madre.
Aunque no en todos los países se celebra en la misma fecha, pero lo cierto es que la celebración del día de la madre comparte raíces con un profundo significado. A pesar de los intentos de convertir esta fecha en un evento superficial o puramente materialista, la realidad es que es una fecha muy especial para valorar la figura central de la madre que lucha por sus derechos y que es fuente inagotable de amor y comprensión, heroínas de la dignidad, temple y coraje, dispuestas hasta a dar la vida por sus hijos e hijas.
¡Hilando la vida!
En mi casa éramos tres hermanas, mi papá y mi mamá, ella estaba con nosotras en todo momento, mi padre siempre estaba trabajando, la que se encargaba de todo era mi bella madre, asistía a las reuniones de la escuela, nos hacia la comida, hacia todo lo doméstico, pero además su trabajo remunerado era la costura. Los tiempos que mejor le iban eran inicios de cada año porque hacía muchos uniformes escolares, otra época buena era la semana santa, tenía muchas clientes, igual en las navidades y año nuevo, era otra época que tenía mucho trabajo, así que esos días estaba muy ocupada, recuerdo que se acostaba muy noche trabajando.
Las palabras “figurín, hilos, botones, telas, retazos, tijera, dedal, aguja, carrete, ziper, etc.” son las que se repetían todos los días en mi casa cuando era niña.
El recuerdo se viene a mi mente como si fue ayer, ese ruido que hacen las maquinas de coser, la de ella era una Singer algo viejita que ella misma la reparaba cuando se le arruinaba, ver a mi madre sentada día y noche con la cinta en el cuello, son los recuerdos que guardo en mi corazón.
La mesa de comer siempre estaba ocupada de sus patrones, telas y la plancha que no podía faltar para entregar sus nuevas confecciones implacables.
A la hora de jugar nuestros juguetes eran sus herramientas, hacíamos vestidos a las muñecas de plástico que teníamos y más de alguna vez utilizábamos la rueda de la maquina como si era vehículo, eso mientras ella tomaba su siesta.
Una amiga muy querida hace unos días me mandó un texto de un autor desconocido, con el título “la máquina de coser de mamá”, se me vinieron todos los recuerdos de mi niñez que no pude contener mis lagrimas.
Mi madre es una mujer muy luchadora, abnegada, sencilla, carismática, de muchas amigas, nos inculcó y nos fomentó sus principios de solidaridad, igualdad, sensibilidad humana, lealtad, honestidad, tolerancia, nos enseñó el valor fundamental del amor a la familia y al prójimo, con un alto sentido de lucha tomado de su propio ejemplo.
Con su maquina de coser, que es aún su herramienta de trabajo, logró darnos a las tres hijas una carrera universitaria, ella y mi padre decían que es la mejor herencia y en eso estoy muy de acuerdo, gracias mamá.
Hoy los tiempos han cambiado, la educación en casa también, las madres no nacemos con un manual de como ser la mejor mamá, no somos perfectas, nos cansamos, lloramos en silencio, lo que si puedo afirmar que yo tuve el mejor ejemplo y por nada en el mundo la cambiaría, ella tiene el abrazo que cura al instante.
Cuando me convertí en mamá pude darme cuenta del amor incondicional de una madre para con sus hijos, dedicamos la vida completa en darles los mejor, en verlos crecer, educarlos, protegerlos.
En este tiempo que ahora vivimos de nuevo la historia nos puso a prueba, llevando la maternidad a exigencias mayores con la crisis de la pandemia del COVID-19. Nos convertimos en mamá, encargadas de la casa, ejecutivas, empleadas, maestras, nos tocó asumir infinidad de roles más, muchas veces sin poder disponer de un apoyo. Aquí en Canadá nos ha tocado conciliar el trabajar desde la casa con el home schoolde nuestros hijos, esforzarnos por mantener y cuidar el bienestar emocional y un ambiente seguro para nuestros hogares.
Hoy más que nunca queda demostrado que el rol de madres, como ha sido siempre, crece y resiste debido a que está basado en una fuerza inagotable de amor.
Un abrazo a todas las mamás del mundo, a esas mujeres invaluables, jefas de hogar, profesionales, emprendedoras, las que brindan un aporte a la ciencia y han hecho posible que tengamos vacunas para enfrentar esta pandemia, a las madres que son maestras y que desde sus casas garantizan la educación pública virtual, aún estando pendiente de sus propios hijos, a las madres enfermeras, trabajadoras de la salud, a todas esas valientes mujeres que están en primera línea garantizando la vida y la salud.
La mejor felicitación que los gobiernos pueden dar a las madres es dignificar su trabajo, garantizar nuestros derechos, mejorar las condiciones de vida de nuestras comunidades, hacer justicia y erradicar las desigualdades laborales ya que no existen las sociedades sino existimos las madres.
*Kelly Arévalo, Abogada en El Salvador, con maestría en Derecho Internacional de Empresas y Máster Ejecutivo en Big Data. Ex Cónsul General de El Salvador en Toronto. Fundadora de la Revista SerSV.
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