Rodrigo Díaz M.
Un mal comienzo dejó a Carlos Alcaraz a un solo punto de una desventaja de dos sets contra Novak Djokovic en la final de Wimbledon el domingo pasado.
Ese tipo de déficit es desalentador para cualquiera, por no hablar de un joven español de 20 años en su segunda final de un grande, y contra cualquiera, por no hablar de Djokovic, alguien que no había perdido una final en una década, alguien que buscaba un quinto campeonato consecutivo, y el octavo en total, récord, en el All England Club. Alguien que ganó los dos primeros torneos de Grand Slam del año y 23 a lo largo de su carrera.
Pero Alcaraz, campeón del Abierto de Estados Unidos el año pasado, quería esta oportunidad ante Djokovic, a quien llamó “una leyenda de nuestro deporte”. Dijo que eso haría que ganar Wimbledon fuera mucho más especial.
Y así fue como Alcaraz logró imponerse en ese tie-break. Alcaraz se destapó con una obra maestra de 32 puntos y 25 minutos de juego. Y, lo que es más importante, el español se impuso también en el crisol de un quinto set.
Alcaraz, número uno del mundo, se convirtió en la estrella que la gente había predicho que sería, transformando su potencial en triunfo y poniendo fin a la racha de 34 victorias consecutivas de Djokovic en el All England Club de un solo golpe, al imponerse por 1-6, 7-6 (6), 6-1, 3-6 y 6-4 en una final apasionante y llena de idas y venidas. Alcaraz se adjudicó su primer título en Wimbledon y su segundo trofeo de Grand Slam.
La diferencia de edad de 16 años entre Alcaraz y Djokovic, de 36 años, que se enjugó las lágrimas durante la ceremonia de entrega del trofeo, fue la mayor en una final masculina de un Slam desde 1974.
Alcaraz es el futuro.
Sus saques superan los 200 kilómetros por hora. Su golpe de derecha alcanza los 160 kilómetros por hora, y lo ejecuta de tal manera que hace creer al observador que cada gramo de fuerza, cada fibra de su ser, se invierte en cada golpe.
Alcaraz despliega un juego tan variado como es posible, desde su habilidad con la volea hasta los golpes de dejada bien disimulados que le ayudaron a volver a la lucha en el segundo y tercer sets.
Djokovic, por su parte, está dotado de abundantes talentos, también, y de mucha memoria muscular. A menudo, se esforzaba, se estiraba y se deslizaba casi hasta la línea de fondo para recuperar los golpes de Alcaraz que parecían acabar con el punto de una forma que nadie más podía hacer.
Además ha ganado todo lo que se puede ganar en el tenis, pero si esta victoria de Alcaraz nos puede decir algo, es que el español está en camino de lograr grandes cosas en el mundo del tenis.