El regreso a clases no solo trae útiles nuevos y horarios ajustados, también puede venir acompañado de ansiedad y estrés para niños y adolescentes. La presión por obtener buenas calificaciones, adaptarse a un nuevo salón o integrarse en un grupo social puede convertirse en una carga emocional difícil de manejar. Como padres, es fundamental reconocer las señales y brindar apoyo para que la experiencia escolar sea positiva y formativa.
Reconociendo las señales de alerta
La ansiedad escolar puede presentarse de muchas formas: cambios en el sueño, pérdida de apetito, dolores de cabeza o estómago sin causa aparente, irritabilidad o aislamiento. Estar atentos a estos signos es el primer paso para acompañar a nuestros hijos. Un “no quiero ir a la escuela” puede esconder mucho más que simple pereza.
Conversaciones que alivian
Hablar con los hijos sobre cómo se sienten es clave. Escuchar sin juzgar, validar sus emociones y darles espacio para expresarse abre la puerta a soluciones prácticas. Preguntas simples como “¿qué fue lo más difícil de tu día?” pueden generar diálogos profundos. Mostrar interés genuino les hace sentir que no están solos frente a sus preocupaciones.
Creando rutinas que dan seguridad
La organización también ayuda a reducir el estrés. Mantener horarios regulares para dormir, estudiar y descansar genera un ambiente de estabilidad. Incluir momentos de ocio y deporte dentro de la rutina contribuye a liberar tensiones y fortalece la salud física y mental.
Cuando pedir ayuda profesional
En algunos casos, el apoyo de psicólogos escolares o consejeros puede marcar la diferencia. En Canadá existen programas comunitarios de salud mental gratuitos o de bajo costo que orientan a padres y jóvenes en estos procesos. Buscar ayuda no es un signo de debilidad, sino una decisión responsable que cuida el bienestar familiar.
El rol de la familia
La familia sigue siendo el refugio más importante para los niños y adolescentes. Dedicar tiempo de calidad, compartir comidas juntos y mostrar afecto son acciones simples pero poderosas. Recordemos que más allá de las calificaciones, lo esencial es que nuestros hijos crezcan sintiéndose seguros, amados y con confianza en sí mismos.
Este septiembre, al ajustar rutinas y agendas, aprovechemos la oportunidad para fortalecer la comunicación y el apoyo mutuo. Cuidar la salud mental de nuestros hijos es invertir en su futuro, en su resiliencia y en la armonía de todo el hogar.











