El diario de sus actividades durante sus fines de semana parece un folleto publicitario del conglomerado empresarial Trump Inc., aderezado puntualmente con algunas reuniones del Gobierno.
Desde su investidura el pasado 20 de enero, el magnate neoyorquino ha encontrado tiempo para visitar en uno de cada tres días como presidente alguna de sus propiedades o negocios: ya sea el Trump International Hotel de Washington, el Trump National Golf Club en Virginia, o su club Mar-a-lago de West Palm Beach, en Florida.
Este último, bautizado por el propio presidente como “la Casa Blanca de Invierno”, es la joya de la corona con cinco visitas en fines de semana en los poco más de dos meses desde que Trump llegó al poder.
Desde la década de 1940, los presidentes estadounidenses cuentan históricamente con Camp David, una residencia de retiro oficial en las montañas de Maryland, a una hora de Washington, lugar que desde el principio quedó claro que no contaría con la frecuente presencia de Trump y su familia.
Preguntado en una entrevista por esta residencia poco después de su victoria presidencial, Trump optó por la ironía: “Camp David es muy rústico, es bonito, te gustaría. ¿Sabes por cuánto tiempo te gustaría? Alrededor de 30 minutos”.
Como alternativa, y con un coste estimado de 3,3 millones de dólares por viaje dado el voluminoso equipo de seguridad que acompaña al presidente, el mandatario ha escogido su lujoso y playero club de West Palm Beach, que ha convertido en centro de reuniones de gobierno y encuentro con líderes internacionales, como la del pasado 11 febrero con el primer ministro japonés, Shinzo Abe.
En abril, además, Mar-a-lago será el lugar de uno de las visitas oficiales más esperadas: la del presidente chino, Xi Jinping.
Trump ha criticado duramente a China por manipular su moneda par obtener ventajas comerciales y ha insinuado que podría aplicar un arancel comercial a los productos procedentes del gigante asiático y tratará de convencer a orillas del mar a Xi de sus propuestas para “volver a hacer a EE.UU. grande de nuevo”.
Las críticas no se han hecho esperar, especialmente tras la presentación de su anteproyecto presupuestario, que propone agudos recortes en gasto social y programas públicos.
“Los estadounidenses podrían recibir su parte de los 3,3 millones de dólares que el autoproclamado multimillonario se gasta cada fin de semana para relacionarse con los ridículamente ricos miembros de su club en Florida”, señaló la web progresista ThinkProgress, al comentar las frecuentes visitas de Trump a Florida.
El pasado fin de semana, no obstante, el mandatario optó por quedarse en Washington tras el fracaso en el Congreso del plan republicano para reemplazar la ley sanitaria promulgada por su predecesor, Barack Obama, una de sus principales promesas de campaña.
Para rebajar el estrés acudió a su club de golf en Sterling (Virginia), a las afueras de Washington; y luego fue a cenar con su hija mayor, Ivanka, y su marido, Jared Kushner, al restaurante de su International Trump Hotel, a apenas medio kilómetro de la Casa Blanca.
Sus tres visitas en las últimas semanas al Trump National Golf Club, gestionado por su hijo Eric Trump, también han despertado suspicacias.
No parece casual, apuntan los medios, que se hayan producido justo cuando se está promocionando, con entradas ya a la venta un prestigioso torneo de la asociación profesional de golf (PGA), que tendrá lugar allí el último fin de semana de mayo, fecha con la que tradicionalmente se da inicio al verano en EE.UU.
La pasión por el golf es curiosamente uno de las pocas aficiones en común entre Trump y Obama.
De hecho, el actual presidente atacó duramente a su predecesor por sus continuas rondas de fines de semana en los hoyos, en vez de “dedicarse a gobernar”.
Ante este paradójico proceder, el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, trató de marcar distancias con un curioso argumento.
“Han visto cómo usa esto como una oportunidad con el primer ministro Abe para fortalecer y profundizar su relación en Asia y contar con una relación que va a ayudar a los intereses de EE.UU.”, afirmó Spicer, preguntado por la diferencia entre el golf de Obama y de Trump.
“En un par de ocasiones, de hecho, ha sostenido encuentros y llamadas de teléfono. Solo porque se dirija allí (a un club de golf) no quiere decir que sea eso lo ocurra”, agregó en una de sus ruedas de prensa diarias.
Trump Inc., la Presidencia de EE.UU. como plataforma de promoción empresarial
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