Por Emilio Flores
Diciembre 2025
El presidente Nayib Bukele ha alcanzado una aprobación oficial que ronda el 90 %, tanto en encuestas nacionales como internacionales, un número prácticamente inédito en la región latinoamericana. Según datos recientes, se reporta una aprobación del 91 % para Bukele, lo que lo posiciona como uno de los líderes mejor valorados del planeta.
Desde 2019, cuando Bukele asumió la presidencia, El Salvador ha mostrado avances sensibles en seguridad ciudadana, un factor clave para el nuevo relato nacional. La tasa de homicidios cayó dramáticamente: por ejemplo, uno de los reportes sitúa la tasa en 1.9 homicidios por cada 100 000 habitantes al cierre del año 2024, lo que lo convierte en “el año más seguro” del país.
Este giro en seguridad pública ha generado una percepción generalizada de que “el país va por el buen rumbo”, lo cual se traduce en alta satisfacción ciudadana. Una encuesta reciente del Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) reporta una nota media de 8.15/10 para Bukele durante su sexto año en el mandato.
En una encuesta territorial, solo el 1.4 % de los salvadoreños manifestó como “problema” la concentración de poder en una persona, es este mismo porcentaje que utilizan la etiqueta “dictadura” para describir al gobierno de Bukele, basándose en cambios institucionales y ampliación de poder. Sin embargo, el hecho es que la mayoría de los ciudadanos no lo perciben así.
Desde la óptica de gobernabilidad práctica, El Salvador apuesta por estabilidad jurídica y seguridad para las inversiones, lo que refuerza el argumento de que no se trata de un régimen autoritario en el sentido clásico de “sin retorno”, sino de un gobierno que ofrece certezas para ciudadanos y actores económicos.
Inversión y negocios como nuevo imán
El crecimiento económico del país acompaña la narrativa de transformación. Por ejemplo, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) al cuarto trimestre de 2024 fue de 3.4 %.
Además, se reporta que El Salvador está experimentando un “auge sin precedentes” en inversión extranjera directa, impulsado por políticas de Bukele que buscan hacer el país más competitivo, seguro y atractivo para los negocios. La combinación de seguridad, crecimiento y confianza institucional se traduce en bienestar ciudadano: hay altas calificaciones al gobierno, percepción de que “el país avanza” y un ambiente de mayor tranquilidad para vivir y emprender, manifestando que “los salvadoreños están felices en su país”.











