Hong Kong enfrenta una de las tragedias urbanas más devastadoras de su historia reciente, luego de que un incendio masivo arrasara el complejo residencial Wang Fuk Court, ubicado en el distrito de Tai Po. El siniestro, que comenzó la tarde del 26 de noviembre, ha dejado al menos 83 personas fallecidas, decenas de heridos y más de 200 residentes desaparecidos, según informaron las autoridades locales.
El fuego se originó en los andamios de bambú instalados alrededor de varias torres en remodelación, un método tradicional ampliamente utilizado en Hong Kong. Sin embargo, la combinación de este material altamente inflamable con redes de protección y recubrimientos externos aceleró la propagación del incendio. En cuestión de minutos, las llamas envolvieron siete edificios de gran altura, atrapando a residentes que no pudieron evacuar a tiempo.
Los bomberos activaron el nivel máximo de emergencia (alarma 5), desplegando decenas de camiones, ambulancias, escaleras telescópicas y más de un centenar de rescatistas. A pesar de sus esfuerzos, la magnitud del fuego dificultó el acceso a los pisos superiores, donde se registró la mayor pérdida de vidas. Más de 900 personas fueron evacuadas y trasladadas a refugios temporales.
La policía informó la detención de tres ejecutivos de la empresa constructora a cargo de la remodelación, quienes enfrentan cargos preliminares de homicidio por negligencia grave. La investigación apunta a posibles fallas en las medidas de seguridad, uso de materiales no aprobados y ausencia de protocolos de control de incendios durante la obra.
El incendio ha generado indignación pública y un debate urgente sobre las condiciones de seguridad en los complejos habitacionales antiguos, las regulaciones en proyectos de renovación y la responsabilidad de las empresas constructoras. Para muchos residentes de Hong Kong, una de las ciudades más densas del mundo, esta tragedia evidencia la vulnerabilidad de miles de edificios elevados construidos hace décadas.
Mientras continúan las labores de búsqueda entre los restos carbonizados, el gobierno anunció una investigación independiente y prometió revisar las normativas de andamiaje, materiales de construcción y estándares de seguridad contra incendios. Equipos de apoyo psicológico, servicios sociales y organizaciones comunitarias trabajan ya con los sobrevivientes que lo perdieron todo en cuestión de horas.
Este incendio, ya catalogado como el más mortal en más de 30 años, marca un antes y un después para Hong Kong y vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de reforzar la seguridad en viviendas verticales en ciudades densamente pobladas.











