A medida que envejecemos, nuestra salud visual se convierte en un tesoro que requiere atención y cuidado. Muchos adultos mayores viven con condiciones crónicas como diabetes, accidentes cerebrovasculares o trastornos neurológicos, y estas pueden afectar la vista de forma significativa, poniendo en riesgo la independencia y la calidad de vida al interferir con movilidad, lectura o actividades cotidianas.
La detección temprana es clave. En el caso de la retinopatía diabética, una complicación frecuente en personas con diabetes tipo 2, hasta un 60 % alcanzará esta condición en los primeros 20 años del diagnóstico. Por eso, revisiones oculares anuales pueden marcar la diferencia entre conservar la vista o enfrentar complicaciones graves.
Pero no todo está perdido si la visión cambia o disminuye. Existen numerosos servicios de rehabilitación visual que permiten a las personas adaptarse y continuar con una vida plena. Desde entrenamientos de movilidad para moverse con seguridad, hasta ayudas tecnológicas —como lupa electrónica, lectores en voz alta, GPS hablante o dispositivos inteligentes para el hogar—, estas herramientas ofrecen autonomía y esperanza.
Además, promover un enfoque integrado y centrado en la persona en la atención sanitaria es esencial. Eso implica coordinar desde la atención primaria hasta los especialistas en oftalmología, asegurando que cada familia tenga acceso a una evaluación visual oportuna y adecuada.
Este septiembre, te invitamos a reflexionar: ¿has revisado tu vista últimamente? ¿Tu familia mayor ha tenido su examen anual? Priorizar la visión es cuidar la independencia, la seguridad y la conexión con quienes más amamos.











