El conflicto entre Israel y Gaza ha vuelto a escalar en las últimas semanas, dejando una estela de violencia, incertidumbre y dolor humano. Los enfrentamientos armados, los bombardeos y la crisis humanitaria han colocado nuevamente a Medio Oriente en el centro de la atención internacional.
Las hostilidades recientes han provocado centenares de víctimas civiles, desplazamientos masivos y un deterioro aún mayor de la infraestructura en Gaza, donde hospitales y servicios básicos luchan por sostenerse. Organismos humanitarios han advertido sobre la falta de electricidad, agua potable y medicinas, lo que agrava la situación de miles de familias atrapadas en medio del fuego cruzado.
Por su parte, el gobierno israelí sostiene que sus operaciones militares buscan desmantelar la capacidad ofensiva de grupos armados en Gaza, en respuesta a ataques con cohetes que han alcanzado varias ciudades. Sin embargo, la comunidad internacional se muestra dividida: mientras algunos países respaldan el derecho de Israel a defenderse, otros exigen un cese inmediato de hostilidades y denuncian el alto costo civil de las operaciones.
Canadá ha expresado en reiteradas ocasiones su preocupación por la crisis humanitaria y ha llamado al respeto del derecho internacional. El primer ministro Mark Carney subrayó la necesidad de proteger a la población civil y de retomar el camino del diálogo para alcanzar una solución duradera. Ottawa, en coordinación con aliados del G7, ha impulsado esfuerzos para canalizar ayuda humanitaria y reforzar el papel de Naciones Unidas en la mediación.
El conflicto en Israel y Gaza no solo afecta a la región, sino que tiene implicaciones más amplias en la estabilidad global. La tensión incrementa la polarización política, complica las relaciones diplomáticas entre países árabes y occidentales, y mantiene bajo presión los mercados energéticos internacionales.
Para muchos analistas, el problema de fondo sigue siendo la ausencia de un proceso de paz sostenido que reconozca las legítimas aspiraciones de ambas partes. Cada ciclo de violencia deja heridas más profundas y aleja la posibilidad de una solución de dos Estados, respaldada durante décadas por la mayoría de la comunidad internacional.
El mundo observa con preocupación un conflicto que parece no tener fin. Entre tanto, la prioridad inmediata sigue siendo preservar vidas humanas y abrir espacios para el diálogo, aun en medio de la desconfianza y la violencia











