En una poderosa operación militar realizada el fin de semana del 21 al 22 de junio, Estados Unidos e Israel lanzaron ataques simultáneos sobre tres instalaciones nucleares clave en Irán: Fordow, Natanz e Isfahán, utilizando bombarderos B‑2 Spirit equipados con bombas “bunker‑buster” GBU‑57 y misiles Tomahawk. La misión, denominada “Operation Midnight Hammer”, fue descrita por altos mandos del Pentágono como “muy exitosa”, con daños severos observados en Fordow vía imágenes satelitales.
Trump justificó la acción como un paso necesario para evitar que Irán avance hacia la obtención de armas nucleares, advirtiendo que, si Teherán no accede a negociaciones, “vendrán ataques aún más devastadores”. Las secuencias posteriores vieron a Irán lanzar misiles hacia territorio israelí, incluyendo al hospital Soroka en Beersheba, resultando en heridos y causando reacción internacional.
La ONU convocó una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad, donde el secretario general Guterres alertó sobre el riesgo de una espiral de “venganza tras venganza” y calificó los ataques como “un giro peligroso”. Las potencias occidentales (Reino Unido, Francia, Alemania) demandaron retorno a la diplomacia y cautela, mientras que Rusia, China y aliados como Pakistán, Emiratos Árabes y Qatar criticaron la intervención, calificándola de “violación del derecho internacional”.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) confirmó que en Isfahán fueron destruidas entradas a túneles subterráneos que contenían material enriquecido de uranio, lo que abre interrogantes sobre posibles filtraciones radiactivas. Desde Irán advierten que “reserva todas las opciones” para responder, incluyendo el cierre del Estrecho de Hormuz, amenazando con desestabilizar el tráfico petrolero mundial.
El efecto inmediato se reflejó en aumento del precio del petróleo (+10 %) y caídas en los mercados bursátiles occidentales, mientras EE. UU. fortalecía sus defensas en Oriente Medio. Además, fuerzas prorrégimen, como Hezbolá y los hutíes, podrían intensificar acciones encubiertas, complicando aún más el escenario.
Interpretación general
Este episodio marca una de las escaladas militares más graves en la región desde hace décadas, con enorme riesgo de confrontación directa. Aunque EE. UU. dice no buscar cambios de régimen, la contundencia del ataque sugiere una nueva política de “fuerza preventiva”. La atención ahora recae en la respuesta iraní: si optan por la diplomacia o la retirada, o cierran el Estrecho y desencadenan despliegues militares globales.











