Rodrigo Díaz M.
En las últimas semanas, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha mostrado un renovado interés en tomar el control de Groenlandia, un territorio en gran parte autónomo de Dinamarca en el Ártico y la isla más grande del mundo.
Primero indicó su intención de comprar Groenlandia en el 2019, durante su primer mandato como presidente, pero esta semana ha ido más allá, negándose a descartar la fuerza económica o militar para hacerse con su control.
Funcionarios daneses y europeos han respondido negativamente, diciendo que Groenlandia no está en venta y que debe preservarse su integridad territorial.
Se especula con que la medida de Trump no es más que palabrería, una maniobra para que Dinamarca refuerce la seguridad de Groenlandia ante la amenaza de que tanto Rusia como China busquen influencia en la región.
El mes pasado, Dinamarca anunció un nuevo paquete militar de 1.5 billones de dólares para el Ártico.
La independencia de Groenlandia ha estado en la agenda durante muchos años, y algunos dicen que el debate podría incluso ir en la dirección opuesta.
Existe un consenso general en Groenlandia de que la independencia acabará ocurriendo, y también de que, si Groenlandia vota a favor, Dinamarca la aceptará y ratificará.
Sin embargo, también es poco probable que Groenlandia vote a favor de la independencia a menos que se garantice a sus habitantes que podrán mantener las subvenciones que actualmente reciben de Dinamarca para pagar cosas como la sanidad y el sistema de bienestar. Se ha especulado con que la retórica económica de Trump es potencialmente la mayor amenaza para Dinamarca, con Estados Unidos aumentando drásticamente los aranceles sobre los productos daneses, o incluso de la UE, obligando a Dinamarca a hacer concesiones de algún tipo sobre Groenlandia.