Por Raúl A. Pinto
Casi 25 años después de que Gladiador arrasara con premios, taquilla y el corazón de los espectadores, Ridley Scott regresa al esplendor de la antigua Roma con “Gladiador II”. No se trata de una secuela cualquiera; es un perfecto recordatorio, más en espíritu que en copia, de los elementos que hicieron de la primera entrega una leyenda cultural, mientras crea a la vez su propio espacio en el imaginario del público. Desde el inicio, Scott parece muy consciente de la enorme presión que implica continuar una historia tan venerada como la de Máximo Décimo Meridio. Sin embargo, lejos de titubear, y siendo el maestro que es, el director apuesta con todo al espectáculo de espadas, escudos, sangre, sandalias y errores históricos que definió a la original.
El protagonismo recae en una de las estrellas del momento, el irlandés Paul Mescal, quien interpreta a Lucio, el hijo secreto de Máximo. Ahora adulto, Lucio vive en las sombras, marcado por la pérdida y el legado de su padre. Su camino, aunque en esencia diferente, termina siendo similar al de Máximo: tras la ocupación de Numidia por las tropas del despiadado General Marcos Acacio (un convincente Pedro Pascal), Lucio busca recuperar su libertad y vengar a su familia. Mescal, nominado al Oscar por “Aftersun”, aporta una intensidad latente que eleva su interpretación más allá de la simple imitación. Aunque canaliza la misma furia contenida y la resiliencia que vimos en Russell Crowe, Mescal imprime su propio sello, con una actuación visceral, física y cruda, que deja atrás los roles más melancólicos de su carrera.
Sin embargo, es Denzel Washington quien realmente roba el espectáculo en cada escena. Su interpretación de Macrino, un ex-esclavo convertido en propietario de gladiadores, es una clase magistral de carisma y villanía. Con deleite, Washington entrega diálogos afilados y construye un personaje tan fascinante que redefine el arquetipo de casi-antagonista. Su energía lúdica y traviesa – con un evidente disfrute en el rol- hace que las secuencias en las que conspira contra los corruptos emperadores Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger) sean las más memorables de la película. Quinn, quien brilla en “Stranger Things” y “A Quiet Place: Day One”, ofrece una actuación sólida, aunque algo caricaturesca en comparación con la presencia magnética de Washington.
Visualmente, Gladiador II es una maravilla. Ridley Scott demuestra que su dominio sobre las escenas épicas sigue intacto, entregando combates deslumbrantes que no escatiman en ambición: desde gladiadores luchando con tiburones en el Coliseo hasta batallas con hombres montados en rinocerontes y escaramuzas en las polvorientas calles de Roma. Los tonos cálidos y dorados de John Mathieson remiten al vibrante estilo visual de la primera entrega en la que él mismo trabajó como director de fotografía, y la acción es implacable. Aunque algunos elementos nostálgicos resultan innecesarios y las lecturas simbólicas pueden sentirse forzadas, la película no deja de ser un espectáculo entretenido que cumple su cometido: emocionar y maravillar.
No es una obra maestra como su predecesora, pero Gladiador II ofrece un espectáculo ambicioso que merece ser visto en la pantalla más grande posible. Disponible en cines.
En un año marcado por musicales independientes muy interesantes (“Emilia Pérez”, “Anora”, “Polvo Serás”), y otros algo malogrados (“Joker: folie à deux”) podemos partir diciendo que el estreno de esta semana, “Wicked” es probablemente una de las mejores películas de ese género en Hollywood de los últimos años.
La cinta, también conocida como Wicked: Parte I, llega a la pantalla grande como un sueño largamente esperado. Tras una década de desarrollo, varios retrasos por la pandemia y la huelga del sindicato de actores (SAG), más el reto de dividir la historia en dos partes para abarcar toda su complejidad (también para hacer más dinero, claro), finalmente podemos ver lo que también es lo último de Jon M. Chu, con un elenco encabezado por Cynthia Erivo y Ariana Grande.
Basado en la novela homónima de Gregory Maguire, el musical original, compuesto por Stephen Schwartz y escrito por Winnie Holzman, debutó en Broadway en 2003, convirtiéndose rápidamente en un fenómeno cultural. La obra, tal como la novela reinventó la historia de las brujas de Oz, profundizando en su origen y en los complejos temas de identidad, poder y redención.
La película narra la historia previa a la llegada de Dorothy a Oz, enfocándose en Elphaba (Erivo), una joven incomprendida, nacida con piel verde, y su relación con Galinda (Grande), quien eventualmente se convierte en Glinda, la Bruja Buena del Norte. Ambientada principalmente en la mágica Universidad de Shiz, “Wicked” explora una edad clave que moldea la vida de estos personajes y los conducen hacia caminos opuestos. Ahí vienen los temas obvios, amistad, empatía y la lucha por ser aceptado, todo en el marco de un conflicto político y moral en el mágico mundo de Oz.
La dirección de Jon M. Chu es uno de los mayores aciertos de la película. Tras éxitos como “Crazy Rich Asians” y la imperfectamente perfecta “In The Heights”, Chu demuestra nuevamente su habilidad para equilibrar el espectáculo visual con la profundidad emocional. Aquí, transforma sin pudor los números musicales de la obra teatral en extravagancias cinematográficas estilo MGM en los años 30. Gracias a su visión, cada escena se siente grandiosa pero íntima, y el mundo de Oz cobra vida más allá del clásico de 1939, con una paleta de colores envidiable que contribuyen a crear una atmósfera inmersiva. Efectivamente, esta es una buena película.
Hablando del elenco, mencionemos a Cynthia Erivo quien brilla intensamente como Elphaba. Su interpretación es desgarradora y poderosa, notablemente en vivo, y su voz lleva cada número musical a nuevas alturas emocionales. Su voz llama la atención, por decirlo menos. Ariana Grande es sorprendente, la jugadora más valorada, sacándole brillo al oficio actoral que cultivó desde muy niña. En el rol de Galinda, muestra una mezcla perfecta de carisma, humor y vulnerabilidad. Es notable que, aunque suena muy bien cantando, ella pone énfasis en su actuación, una decisión que le funciona de maravillas. El resto del elenco, que incluye a Michelle Yeoh, Jeff Goldblum y Jonathan Bailey, también ofrece interpretaciones sólidas que complementan a las protagonistas. Los dos primeros ya son artistas consagrados, cuyos talentos se convierten en oro en las manos de Chu, y el protagonista de “Bridgerton” deja muy en claro que nació para ser estrella de cine.
Desde el punto de vista técnico, este film realmente deslumbra. Tanto la dirección artística de Nathan Crowley, el diseño de vestuario de Paul Tazewell y la cinematografía de Alice Brooks se combinan para crear un mundo visualmente impresionante que el director usa a su talentoso antojo.
“Wicked: Parte I” es un triunfo en todos los aspectos, cuya larga duración afecta solo un poco, pero que tiene tanto cariño implantado que da gusto. Nunca he visto el musical original, pero esta película se para muy bien, por si sola, en sus dos pies. Disponible en salas.