POR ISMAEL CALA
@CALA
Alessandro Bariccó, filósofo italiano y autor de The Game, ensayo en el que explica la actual revolución digital en la que vivimos, afirma que todo este proceso nos llevó a crear un segundo mundo, que lejos de ser una alternativa al anterior, es una integración al mismo con su realidad virtual.
El “game” es el nombre con el que Bariccó define a nuestra sociedad, en alusión a “Spaces Invaders”, porque a diferencia de otras revoluciones anteriores, el rastro genético de esta son los videojuegos, y porque su representación es similar a nuestro comportamiento social en internet: si nos atacan nos defendemos, y todo ocurre de forma veloz.
Es un juego sin instrucciones, en el que muchos harán lo que sea por sobrevivir a los numeritos. Es por eso que desde el anonimato —y muchas veces, sin ello— algunos usuarios de redes sociales muestran comportamientos y pensamientos a los que les sobra la antiética, la antipatía, el egoísmo; y no es que antes de las redes sociales no existiesen estas acciones, es que al haber una pantalla por medio —además de algunas lagunas legales—, unos cuantos se sienten intocables, cuando se trata de violentar al otro constantemente.
Soy de los que piensa que quienes actúan así en las redes, lo hacen también en sus vidas cotidianas, solo que intentan disimularlo y toman acciones, cuando piensan que nadie les ve.
Así, por ejemplo, tras el lamentable incendio en Campanar (Valencia, España) donde cientos de personas perdieron sus hogares, y en el que se cuentan 10 fallecidos, se hizo una denuncia pública en la que algunos jóvenes en Tik Tok, inventaron conocer alguna víctima fatal, para dejar mensajes de despedida, y así ganar likes y views.
Me entristece pensar lo que ocurre en los hogares de estos jóvenes, que desde ya muestran actitudes inescrupulosas ante el dolor ajeno, con tal de ganar visibilidad.
Dice Lucas 6:45 que “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca”.
Si queremos vivir en congruencia con nuestro bienestar, pensemos siempre si lo que vamos a decir o hacer, genera daño, porque la burbuja de los números en redes todo lo exacerba. La ética, por sobre todo; debe ser nuestra brújula colectiva, que no se nos olvide.
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