Rodrigo Díaz M.
Según las autoridades, 33 personas han muerto desde noviembre a causa de las lluvias, que han provocado corrimientos de tierras y desbordamientos de ríos en varias ciudades de Bolivia.
La cifra de muertos es ocho veces superior a la del mismo periodo del año pasado. Las autoridades vigilan atentamente varias presas que temen desbordarse.
El viceministro de defensa civil, Juan Carlos Calvimontes, dijo que, de los 340 municipios de Bolivia, 10 se encontraban en alerta máxima, y otros 279 en alerta naranja, la segunda más alta.
Las autoridades también informaron de que se había enviado ayuda humanitaria a Achocalla, en la provincia de La Paz, donde una mujer de 35 años y sus dos hijos quedaron sepultados por un alud de lodo que sepultó su casa.
También en la provincia de La Paz, las autoridades vigilan de cerca el nivel del agua en la presa de Incachaca.
Expertos del gobierno junto con el alcalde de la ciudad de La Paz, situada aguas abajo de la presa, la inspeccionaron el domingo.
El alcalde, Iván Arias, declaró que, aunque el nivel del embalse había “alcanzado el 100%”, el agua estaba drenando bien y no preveía “ninguna consecuencia importante aguas abajo”.
Otros tres embalses: Hampaturi Alto, Pampalarama y Alpaquita también se encuentran en su nivel máximo.
Las fuertes lluvias han afectado a Bolivia tras una prolongada sequía y uno de los inviernos más calurosos que ha vivido el país.
En octubre, cientos de personas se reunieron en el embalse de Incachaca, que está a punto de desbordarse, para pedir que lloviera.
Los fenómenos meteorológicos extremos no son infrecuentes en Bolivia, pero el calentamiento de la atmósfera provocado por el cambio climático ha hecho que las precipitaciones extremas sean más probables. El planeta ya se ha calentado aproximadamente 1,1 grados centígrados desde el comienzo de la era industrial, y se espera que las temperaturas sigan subiendo.