¿Conoce a alguna madre o algún padre que no haya sufrido en algún momento problemas de convivencia con sus hijos? La respuesta es un rotundo ¡no!, porque estos padres sencillamente no existen.
“Estos problemas son normales en algún momento de su desarrollo y todos tienen solución cuando se tratan con sentido común y con cariño”, explica a Efe Montse Domènech, licenciada en Pedagogía y Psicología infantil con cuarenta años de experiencia en el tratamiento de niños y adolescentes.
Domènech, autora del libro “¡Edúcame bien!: 100 respuestas para madres y padres preocupados”, explica a Efe los desencadenantes de desavenencias más frecuentes entre padres e hijos que surgen en su consulta (http://puntpsicologia.com) y cómo superarlas.
LA LUCHA POR LOS HORARIOS.
“Los niños, a medida que van creciendo, quieren tener más control sobre sus horarios aún sin estar preparados”, explica Montse Domènech.
Según la experta, este conflicto suele presentarse sobre todo en la adolescencia, “aunque hay niños que mucho antes intentan imponer sus propios horarios, porque ya empiezan a “engancharse” a sus tabletas electrónicas, teléfonos móviles y otros dispositivos y les cuesta cumplir las pautas de sus padres”.
Para solventar estos problemas Domènech considera que “es importante dejar claras las normas desde el principio, con un tono conciliador y preparar cada situación con tiempo suficiente para no sorprender al niño sin previo aviso”.
COMPORTAMIETOS INESPERADOS.
“Muchos padres se sorprenden por conductas inesperadas de sus hijos y no saben reaccionar de forma adecuada”, de acuerdo a esta psicóloga.
“De repente se dan cuenta que aquel niño dócil y responsable, transgrede una norma porque está experimentando su poder y empezando a dar muestras de que busca su identidad, copiando modelos de su entorno que le parecen más atractivos”, asegura.
“Generalmente este tipo de comportamiento infantil suele aparecer al inicio de la adolescencia, sobre los 12/13 años de edad, dependiendo del proceso de maduración de cada niño”, añade.
Ante este tipo de conflicto, Domènech recomienda a los progenitores que “eviten dar muestras de debilidad y se comuniquen con un tono dialogante y afectivo, manteniendo las normas muy firmes, para no desorientar al niño”.
CELOS ENTRE HERMANOS.
Según esta psicóloga y pedagoga “los celos son manifestaciones emocionales que están presentes frecuentemente entre hermanos que se comparan entre ellos, e interpretan que sufren un trato de menor atención y tienen miedo de perder protagonismo y protección de los padres”.
Los celos “se presentan en diferentes etapas del crecimiento, pero suelen tener más importancia ante el nacimiento de un nuevo hermano. Es frecuente que un hijo los sienta ante un progenitor si piensa que ese miembro de la pareja está más pendiente de su hermano”, indica.
Domènech prefiere “no catalogar siempre los celos como sentimientos negativos, ya que demuestran cómo los hermanos se tienen en cuenta, para lo bueno y para lo malo, y esto es un juego de emociones que genera un vínculo afectivo”.
“Sería muy negativo que los hermanos se ignoraran entre ellos y que no establecieran relaciones de ningún tipo”, señala.
DESINTERÉS POR LOS ESTUDIOS.
Según la experiencia de esta psicóloga, los niños de hoy día no se sienten motivados por los estudios “porque los encuentran aburridos y difíciles, en comparación con la cantidad de estímulos y alternativas que ofrece la sociedad, que son mucho más atractivas e interesantes”.
Este frecuente motivo de conflicto y tensiones con los padres “suele aparecer sobre los 10 años de edad, que es cuando los estudios empiezan a complicarse y disminuyen las actividades más lúdicas y creativas”, asegura.
Para superar estos problemas la especialista propone “trabajar desde la familia para inculcar el valor del esfuerzo, para que los niños aprendan a afrontar retos difíciles que les haga sentir más fuertes y seguros”.
Domènech también recomienda a los padres que incentiven el esfuerzo en sus hijos concediéndoles pequeños premios o situaciones divertidas para destacar las actitudes positivas”, y que “valoren más el esfuerzo y la actitud, que las notas escolares en sí, ya que cuanto más reforzados psicológicamente estén los pequeños, más motivados estarán para estudiar”.
ESTADOS DE DESÁNIMO.
Los niños, igual que los adultos, pueden sufrir estados depresivos o de distimia (altibajos en el estado anímico), según esta psicóloga.
“Muchas veces el origen de este problema está en un cambio brusco en su entorno personal, como la separación de los padres, las relaciones con sus amigos, los cambios hormonales o las dificultades escolares”, indica la especialista.
“Normalmente hay indicadores externos que muestran con claridad estos síntomas, los cuales se puede afrontar mediante el tratamiento psicológico, la atención de los padres y la colaboración del colegio”, añade.
“Esta situación se produce con mayor frecuencia en la adolescencia, por los cambios hormonales y las situaciones complicadas, que atraviesa el joven en esa época, si bien este estado también puede producirse en diferentes etapas, por las situaciones traumáticas que el niño no puede afrontar solo”, de acuerdo a Domènech.
“Estos estados de ánimo pueden superarse con la ayuda de un profesional que oriente a los padres, educadores y amistades para que presten ayuda de forma coordinada, y también es importante no mostrar angustia delante del niño y relajar el ambiente lo mejor posible para conseguir confort”, recomienda.
ANTE TODO ¡CARIÑO Y SENTIDO COMÚN!.
Consultada por Efe sobre sobre cuál es la mejor forma de resolver los problemas con los hijos en general, Montse Domènech destaca que “la clave consiste en utilizar grandes dosis de sentido común y de cariño con los niños y adolescentes”.
“En términos de educación es importante que haya una buena comunicación afectiva entre padres e hijos para asegurar que se van a transmitir las normas con firmeza, pero con simpatía, sin gritos ni crispación”, destaca esta experta.
“El cariño y la afectividad son los mejores medios para educar, porque indican proximidad y complicidad entre padres e hijos. Los padres educan con firmeza y exigencia porque creen en sus hijos y desean lo mejor para ellos, y esto es amor”, enfatiza.
Además, “ante cualquier situación educativa, familiar, escolar o personal, el sentido común es el que garantiza que no nos vamos a equivocar. ¡Las normas dadas con buen humor, entusiasmo y buena motivación, son medidas muy naturales y simples que no cuestan de aplicar porque son de sentido común!”, concluye Domènech.
María Jesús Ribas.
EFE/REPORTAJES