Kelly Arévalo
Toronto, Canadá
Una celebración que cada año gana más popularidad en Ontario es el Día de la Familia, la cual se celebra el tercer lunes de cada febrero. Es una fecha festiva bastante reciente, en Ontario comenzó a celebrarse en el 2008, y los dos últimos años ha estado opacada por la pandemia del COVID-19.
En este 2022, el Día de la Familia se celebró en un momento de mucha esperanza, pero también de interrogantes, el inicio gradual de la reapertura de la ciudad. Luego de alcanzar altos niveles de vacunación en la población, y de una continua mejoría de los indicadores del sistema de salud pública para enfrentar la pandemia, Ontario ha iniciado un proceso gradual y cauteloso en su hoja de ruta para levantar medidas de protección por COVID-19 en las ciudades y los centros de trabajo.
Las nuevas medidas mantienen vigente el uso de mascarilla y la prueba de vacunación, pero permiten ahora, entre otras, un máximo de 50 personas en reuniones sociales en espacios interiores. El alivio de estas medidas permitió que luego de dos años de distanciamiento social muchas familias pudieran reunirse con más miembros para celebrar el Día de la Familia.
Por primera vez, desde que comenzó la pandemia, pude ver en mi vecindario un gran número de vehículos estacionados en la calle de personas que estaban de visita para reunirse en el Día de la Familia. Este tipo de reuniones, todavía con temores y protocolos de seguridad, son una señal clara de que las cosas en la ciudad – a pesar del nivel de riesgo que todavía existe de contagiarse con el COVID-19 – ha entrado en la etapa de recuperación postpandemia. Es muy esperanzador y simbólico que la reapertura coincida con la celebración del día dedicado a la familia, ya que esta es una pieza fundamental para avanzar en la postpandemia.
La familia migrante
La decisión de emigrar, de abandonar el pueblo natal, el país de origen es compleja y difícil, marca la vida para siempre. A pesar de ser múltiples las razones que llevan a tomar la decisión de migrar, a todos nos impacta en una de las cosas más preciadas de nuestras vidas, la familia.
La familia es el refugio de nosotros los humanos, la que nos da soporte emocional y nos brinda estabilidad y afecto. Cuando migramos, especialmente cuando la migración es abrupta y forzada, se perjudican los lazos familiares y lleva mucho tiempo y dedicación reconstruirlos, sanarlos, aprenderlos a disfrutar desde la realidad distante y la movilidad de la familia migrante.
Si en tiempos normales el tema de las relaciones y la vida en familia fue difícil para los migrantes, la pandemia del COVID-19 vino a complicar y a poner más barreras para desarrollar y fortalecer los imprescindibles lazos familiares, principalmente a las personas o familias recién llegadas a sus nuevos lugares de destino.
En la ciudad de Toronto, y en la mayoría de los lugares de Canadá, existen centros comunitarios o lugares de ayuda para los recién llegados, sin embargo, dos años de cierre y la suspensión o el paso a la modalidad virtual de muchos programas de apoyo han afectado el proceso de inclusión y adaptación de los migrantes, y es aquí en donde todos estamos llamados a brindar nuestra solidaridad, comprensión y afecto a esa gran familia migrante a la que todos pertenecemos.
En todos estos meses de pandemia, como madre, pienso mucho en los niños y las niñas migrantes. Hemos visto el sufrimiento y la violación de los derechos más elementales de la niñez migrante centroamericana en las fronteras en su éxodo al Norte.
En Canadá, tenemos un sistema – que, aunque debe mejorarse – ofrece protección y apoyo para las personas y familias migrantes, pero en estos tiempos de pandemia se ha debilitado en su capacidad de crear y fortalecer los vínculos de comunidad, y es aquí donde todos podemos aportar, brindando lazos de afecto y solidaridad, algo que siempre ha caracterizado a las comunidades y familias migrantes. Son acciones muy necesarias en estos tiempos de recuperación postpandemia, apoyar el bienestar emocional, dedicar atención especial a los niños y niñas, a los adultos mayores, a las madres jefas de hogar.
Claudia Cerfogli, terapeuta e investigadora de la Universidad Católica de Chile, explica en charlas dirigidas a la comunidad, que el conectarnos en familia, física o virtualmente, en estos tiempos de pandemia, “nos da energía y bienestar, nos hace sentir bien”. Hay quereplantearse el panorama afirma la investigadora, “ante una crisis, las personas muchas veces se centran más en las dificultades y dejan de ver los recursos que sí tienen a su favor. Nos estamos cuidando entre todos al estar en cuarentena, un cuidado físico evidente, pero también existe un cuidado emocional con el otro, generando un lugar de tranquilidad”.
Como migrantes, para nosotros la familia son también los amigos cercanos y la comunidad con la que compartimos nuestros anhelos y esperanzas. El mejor tiempo es el que compartimos en familia.
*Kelly Arévalo, Abogada en El Salvador, con maestría en Derecho Internacional de Empresas y Máster Ejecutivo en Big Data. Ex Cónsul General de El Salvador en Toronto. Fundadora de www.revistasersv.com