Kelly Arévalo
Toronto, Canadá
Me disponía a enviar este artículo a redacción para entrar a imprenta, cuando recibí dos noticias que me impactaron y me llevaron a reescribir esta columna de opinión y reflexión.
La primera noticia fue el anuncio del gobierno de Ontario de la suspensión de la educación en persona y el regreso de todas las escuelas de la provincia a la modalidad de aprendizaje remoto, es decir a la escuela virtual desde la casa.
No habían pasado cinco minutos de enterarme de este anuncio cuando recibí una segunda noticia por medio del sistema de mensajería de la escuela de mi hijo. El mensaje era corto, cinco líneas resumidas informando que las autoridades de salud habían identificado y declarado un brote de COVID-19 en su escuela.
Justo cuando quería creer que la cosa estaba mejorando la realidad me aterrizó de golpe, volví a sentir temor del posible contagio de mi hijo o de la familia, quizás estaba sobre reaccionando, pero no pude controlar ese sentimiento de incertidumbre y cansancio emocional de vivir permanentemente en modo pandemia.
Mi experiencia con el susto de la alerta escolar – COVID-19 outbreak – es algo que se vuelve cada día más común y afecta a muchos hogares. Seguimiento, vínculos epidemiológicos, auto exámenes, monitoreo, aislamiento, son parte del nuevo vocabulario que la pandemia nos ha obligado a usar durante más de un año. Para muchas familias la situación ha sido más difícil, han enfrentado dolor y luto.
Ante ese panorama de inseguridad tenemos esperanza y confianza al ver la ardua labor de enfermeras, médicos, trabajadores de la salud y comunitarios, voluntarios, de miles de personas que están en primera fila garantizando el avance de la vacunación en toda la provincia y en todo el país. Si no pudimos evitar la arremetida de la tercera ola, quizás logremos controlar, con la ayuda de las vacunas y las medidas de prevención, el embate de una cuarta ola.
La Organización Mundial de la Salud OMS acuñó el término fatiga pandémica para explicar la reacción individual que incluye todo un grupo de síntomas y emociones producidas por la crisis sanitaria y social de vivir bajo la pandemia del COVID-19.
La fatiga pandémica es un nivel de agotamiento derivado de las adaptaciones y cambios necesarios que cada persona hace para evitar o reducir el riesgo de contagio, es el resultado de un acumulado de incertidumbres económicas y sociales.
“La fatiga pandémica se desarrolla de forma gradual y es una respuesta natural a una crisis prolongada de salud pública. Es además una situación compleja que demanda respuestas efectivas de los gobiernos para implementar estrategias y planes de acción multifactoriales”. (1)
La OMS ha llamado a los gobiernos a asumir mayor responsabilidad para atender los factores principales que causan fatiga pandémica y a revitalizar a la población para prevenir el COVID-19, incluyendo aspectos culturales, sociales y económicos para que nadie se quede fuera. Las clínicas móviles de vacunación en el Área del Gran Toronto son ejemplos de esas medidas implementadas por las autoridades de salud que reconocen las desigualdades existentes en las grandes ciudades.
En Canadá los gobiernos federal, provinciales y municipales están haciendo su parte. La gran mayoría de personas también están haciendo su contribución para controlar la pandemia, cumpliendo con las medidas de protección, vacunándose, haciendo muchos sacrificios para reducir la velocidad de contagio del virus en sus centros de trabajo y en sus comunidades.
¿Cómo superar la fatiga pandémica?
Un primer paso necesario para enfrentar y superar la fatiga pandémica es reconocer las dificultades y el profundo impacto que la pandemia ha tenido en nuestras vidas.
Un segundo paso es aceptar que esto que vivimos no era “un paréntesis de la normalidad” sino un episodio de mayor alcance y con implicaciones de más larga duración. Algunos expertos hablan de un período de 2 a 4 años para poner bajo control el virus del COVID-19. Esto quiere decir que tenemos que fortalecer los buenos hábitos, las nuevas rutinas, todo el aprendizaje individual y colectivo que hemos desarrollado en este tiempo de pandemia.
Un tercer paso es reconocer que para poder seguir enfrentando y ganando esta batalla necesitamos la fortaleza y apoyo de la familia y la comunidad. Nuestro bienestar emocional, las alegrías, la palabra cálida o la mano de auxilio en momentos difíciles, el haber llegado hasta este punto es en gran medida por los vínculos sociales y afectivos que logramos mantener y cultivar con familia y amistades durante este período.
Un cuarto paso necesario es valorar y aplicar las lecciones aprendidas. El reconocido científico, escritor y ambientalista canadiense David Suzuki publicó recientemente una reflexión sobre las lecciones de la pandemia y cómo encontrar esperanza en momentos de crisis: “Por más difícil que ahora parezca, la pandemia pasará. En este desastre yace la oportunidad para reflexionar y cambiar de dirección, con la esperanza de que si lo hacemos la naturaleza será más generosa de lo que merecemos”.
Cómo mencionamos en un artículo anterior, la primavera que ahora iniciamos en Canadá es un momento propicio para renovarse, para tomar un descanso psicológico, para alimentar nuestro bienestar emocional. Practiquemos cosas que nos hagan sentir bien, conectemos con la naturaleza, carguemos nuestros cuerpos con energía positiva para construir un balance entre la incertidumbre que vivimos y ese futuro sin pandemia que todos deseamos.
(1) Pandemic fatigue, reinvigorating the public to prevent COVID 19. World Health Organization, Regional Office Europe, 2020.
*Kelly Arévalo, Abogada en El Salvador, con maestría en Derecho Internacional de Empresas y Máster Ejecutivo en Big Data. Ex Cónsul General de El Salvador en Toronto. Fundadora de la Revista SerSV.
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