Kelly Arévalo
Toronto, Canadá
Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, y muchas decimos ni se celebra ni se felicita, se conmemora y se lucha.
Este año las Naciones Unidas dedica el Día Internacional de la Mujer bajo el tema “Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”. Es un merecido reconocimiento a los sacrificios y heroicos esfuerzos realizados por mujeres de todo el mundo para enfrentar la pandemia, reducir los niveles de contagio y contribuir a recuperar el tejido económico y social de las comunidades.
Una vez más las mujeres, las jefas de hogar, las madres, las trabajadoras migrantes, desde el hogar, el centro de trabajo, o desde la primera línea como trabajadoras y profesionales de la salud hemos estado a la altura de la historia y contribuido a enfrentar la pandemia, a poner cimientos más fuertes para tener comunidades y un mundo más inclusivo e igualitario.
La pandemia también ha permitido ver con mayor claridad las históricas desigualdades de género y exponer a toda la sociedad las injusticias que persisten para las mujeres. La violencia doméstica, los salarios inferiores, la discriminación y humillación son pruebas palpable de la intolerancia y la grave vulneración a los derechos de las mujeres.
Todas y todos somos testigos de las desigualdades que existen en nuestras sociedades solo por el hecho de ser mujer, estemos o no de acuerdo vivimos todavía en un mundo de desigualdades y esto lo pudimos reconfirmar durante el confinamiento y la pandemia del COVID-19.
Por años muchas mujeres han sido vetadas de cargos públicos y laborales, excluidas del arte, el deporte y de otros derechos civiles. Los derechos que ahora tenemos han sido conquistados con muchos sacrificios personales y colectivos por mujeres, mujeres que han desafiado al sistema, es trabajo nuestro hacer que se cumplan.
Conmemoremos a todas aquellas mujeres que contra viento y marea desafiaron el orden establecido, como nuestra Prudencia Ayala, emancipadora genuina, nunca se dejó vencer ni robar sus ideales, nunca bajó su rostro ante una sociedad clasista, racista y patriarcal, tuvo la valentía y la mirada de futuro al lanzar su candidatura a la presidencia de El Salvador en 1930, la primera vez que esto sucedía en América Latina y veinte años antes de que las mujeres salvadoreñas conquistaran el derecho al voto.
Somos herederas de miles y miles de mujeres latinoamericanas y del mundo que han alzado la bandera de la dignidad, nos toca seguir creando conciencia, luchando día a día por estar en los espacios que nos corresponden, participar en la toma de decisiones que nos afectan a nosotras y a nuestras comunidades.
Avancemos sin miedo alguno, basta ya de etiquetarnos como frágiles, seamos protagonistas de nuestra propia historia y sigamos los pasos de mujeres luchadoras, valientes, solidarias, que nos inspiran y nos dan fuerza para acompañar a las generaciones que nos siguen.
Como bien afirma las Naciones Unidas en esta fecha que conmemoramos nuestro día: “El Día Internacional de la Mujer de este año es un clamor y actuar para conseguir un futuro igualitario para todas y todos. Cada día, con nuestras acciones, y con la manera en que lideramos, hablamos, preguntamos y actuamos, cuestionamos las normas, transformamos las costumbres, cambiamos las leyes, tomamos medidas e inspiramos a las demás personas para crear un mundo sin discriminación de género. En medio de una pandemia mundial, la manera en que actuamos ahora importa más que nunca”.
En este 8 de Marzo cuidemos los avances conquistados en la igualdad de género, valoremos las acciones de muchas mujeres que cada día defienden y hacen cumplir nuestros derechos económicos, sociales, culturales y políticos. Hagamos crecer la solidaridad entre nosotras para poder continuar en el trabajo que todavía tenemos pendiente para poder vivir plenamente en hogares y comunidades libres de violencia y con total respeto a nuestros derechos.
A todas las mujeres, a mis amigas, compañeras, hermanas del alma, en Canadá, en El Salvador, en donde se encuentren, un fuerte abrazo en nuestro día.
Un abrazo especial a mi madre, que ahora la tengo lejos, y quien con su invencible máquina de coser y su noble oficio de costurera nos logró dar educación, para nunca dejarnos humillar y para salir adelante con dignidad.
*Kelly Arévalo, Abogada en El Salvador, con maestría en Derecho Internacional de Empresas y Máster Ejecutivo en Big Data. Ex Cónsul General de El Salvador en Toronto.