Quienes padecen dismorfofobia sienten una gran preocupación por un supuesto defecto físico que consideran evidente para los demás, aunque en realidad su aspecto sea normal. Algunas de estas personas recurren a la cirugía estética, incluso en reiteradas ocasiones, lo que no soluciona el problema.
DESTACADOS.
+++ Jordi Mir, cirujano estético de Clínicas Dorsia, explica que las personas con este trastorno “se sienten mal en su cuerpo y se vean feas”. Indica también que viven preocupadas por defectos inexistentes y “en un constante martirio psicológico por pequeñas imperfecciones, apenas visibles”.
+++ Los expertos del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido afirman que, aunque personas de cualquier edad pueden presentar trastorno dismórfico corporal (TDC), es más común en adolescentes y adultos jóvenes y afecta tanto a hombres como a mujeres.
+++ Pilar Conde, psicóloga de Clínicas Origen, manifiesta que los pacientes que han sido tratados “cada vez se preocupan menos por esta o aquella arruga, preguntan en menos ocasiones por su apariencia física o reducen su tiempo frente al espejo”.
El trastorno dismórfico corporal o dismorfofobia “es un trastorno mental que genera una distorsión de la imagen del propio cuerpo. Se desarrolla la creencia de que hay algo que parece feo o terriblemente grotesco. Puede centrarse en varias partes del cuerpo al mismo tiempo y representa una inquietud excesiva por la pérdida de atractivo y una repulsión hacia lo que esa persona considera su deformidad. En algunos casos alcanza proporciones delirantes y, quienes lo padecen, pueden llegar a límites extremos en su afán por corregir el aparente problema”, detallan los especialistas de la Fundación Mexicana para la Dermatología.
“Casi todos los pacientes que padecen un TDC tienen uno o más comportamientos repetitivos compulsivos que suelen consumir bastante tiempo. El objetivo habitual de tales comportamientos es examinar, mejorar u ocultar el defecto percibido por el paciente”, señala la Fundación piel Sana.
PREOCUPADOS POR DEFECTOS INEXISTENTES.
Esta entidad explica que los comportamientos repetitivos de los pacientes con este trastorno son: “comparar su aspecto con el de otras personas; mirarse al espejo para comprobar su aspecto; maquillarse la zona que les preocupa; preguntar a la gente cercana sobre el área que les preocupa; tratar de camuflarla; manipularse o pellizcarse dicha zona; asearse en exceso y broncearse demasiado”.
Los expertos del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido afirman que, “aunque personas de cualquier edad pueden presentar TDC, es más común en adolescentes y adultos jóvenes y afecta tanto a hombres como a mujeres. Tener trastorno dismórfico corporal no implica que seas superficial o egocéntrico. Puede llegar a ser muy perturbador y tener un gran impacto en tu vida”, aseguran.
En este sentido, Jordi Mir, cirujano estético de Clínicas Dorsia, explica que las personas con este trastorno “se sienten mal en su cuerpo y se vean feas”. Indica también que “viven preocupadas por defectos inexistentes y en un constante martirio psicológico por pequeñas imperfecciones, apenas visibles”.
“Son presas del estrés, del desánimo y de los sentimientos depresivos, lo que les lleva a sentimientos de vergüenza, culpa o soledad. Suelen aislarse y evitar situaciones que les provocan ansiedad o malestar psicológico, lo que les causa un deterioro psicosocial, laboral y afectivo”, detalla.
Entre los afectados por este trastorno, hay quienes no dudan en recurrir a la cirugía estética, algunos incluso de manera reiterada.
“Son personas que buscan su bienestar a través de la intervención quirúrgica. Ante la respuesta negativa de un cirujano, buscarán otro para obtener aquella intervención tan deseada. No son conscientes de su patología, niegan su problemática y creen que intervención tras intervención se sentirán mejor, pero no es así. Al contrario, cronifican su problema”, subraya el doctor Mir.
De hecho, la cura de este trastorno no pasa por el bisturí sino por el tratamiento con un profesional de la salud mental, como un psicólogo o un psiquiatra.
Así, los especialistas del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido manifiestan que si los síntomas son relativamente leves, se recomendaría al paciente someterse a terapia cognitivo conductual, ya sea individual o en grupo.
“Si los síntomas son moderados, se le debería ofrecer esta terapia o un tipo de medicamento antidepresivo llamado inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina”, apuntan.
“Pero si son más severos o si otros tratamientos no funcionan, se le debe ofrecer al paciente terapia cognitiva conductual, junto al citado tratamiento farmacológico”, exponen.
ES NECESARIA LA AYUDA TERAPEÚTICA.
En este sentido, detallan que la terapia cognitivo conductual puede ayudar a las personas con dismorfofobia a controlar sus síntomas, logrando un cambio en su manera de pensar y de comportarse. Esta terapia les ayuda a descubrir lo que desencadena sus síntomas y les enseña distintas formas de reflexionar sobre ello y de lidiar con sus hábitos.
Por lo general, la terapia cognitivo conductual para tratar la TDC “incluye una técnica llamada exposición y prevención de la respuesta, que implica afrontar poco a poco situaciones que normalmente te hacen pensar en tu apariencia de manera obsesiva y sentir ansiedad. Tu terapeuta te ayudará a encontrar otras formas de afrontar tus sentimientos en esas situaciones de manera que, con el tiempo, seas capaz de manejarlos sin sentirte cohibido ni tener miedo”, subrayan.
Del mismo modo, Pilar Conde, psicóloga de Clínicas Origen, afirma: “con la ayuda terapéutica adecuada, se logra reducir de manera considerable los niveles de malestar”. Así, indica que los pacientes tratados, “cada vez se preocupan menos por esta o aquella arruga, preguntan en menos ocasiones por su apariencia física o reducen su tiempo frente al espejo”.
Pero, más allá de los beneficios del tratamiento, la psicóloga incide en la importancia de la prevención.
“La adolescencia y el inicio de la edad adulta son épocas críticas en aquellas personas,
independientemente del sexo, autoexigentes y cuya autoestima depende en un elevado porcentaje de su aspecto físico”, apunta.
Además, Conde señala que hay que prestar especial atención a aquellos momentos de la vida en los que un hecho importante puede desencadenar una crisis de autoestima, como rupturas, despidos o cambios físicos.
Por Purificación León.
EFE/REPORTAJES