Por Alejandro A. Morales
TORONTO. En nuestro mundo actual es un hecho la creciente demanda de participación y aprendizaje de aquel segmento de la población al que denominamos “los adultos mayores”, refiriéndonos a quienes han concluido su vida laboral y/o a quienes han visto reducidas las demandas de cuidados de sus hijos e hijas, la mayor parte ya emancipados.
Se trata de ese numeroso y creciente segmento poblacional que se caracteriza por contar con el bagaje de una experiencia vital y conocimientos acumulados a lo largo de muchos años de vida y, además, por disponer de tiempo libre para organizarlo según su libre albedrío.
Las personas mayores demandan servicios de ocio y, también, aprovechando el tiempo nuevo disponible para encontrar posibilidades de nuevos aprendizajes. Y, aunque es cierto que la oferta de oportunidades socioeducativas ha crecido de modo espectacular en los últimos años, también lo es que todavía queda mucho camino por recorrer si deseamos mejorar la calidad de las oportunidades de formación y de desarrollo personal de los ciudadanos de más edad.
Hacer realidad el paradigma del envejecimiento activo conlleva, entre otros esfuerzos, responder adecuadamente a la creciente demanda de proporcionar oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida. Nuestro reto es crear contextos plurales y de calidad en los que las personas puedan crecer, optimizar conocimientos y habilidades, para afrontar mejor la vida a medida que cumplen años.
Para lograrlo, quienes arduamente laboran con este grupo etario, sean trabajadores sociales o profesionales de la gerontología, deberían preparar sus capacidades docentes o adquirirlas o renovarlas para poder asumir el desafío que significa ayudar a aprender.
Ya no sirve sólo trabajar para las personas mayores. Es necesario actuar junto con las personas mayores. Asumir que éstas son responsables de su vida y que parte de nuestro trabajo será poner a su disposición, con habilidad y método, sus saberes para que puedan hacerlos realidad.
Nada nuevo, nada que no esté dicho desde antiguo, partiendo de la mayéutica socrática hasta llegar a la moderna pedagogía. Y, sin embargo, es preciso reconocer que no es lo común que los y las profesionales sepamos crear espacios y tiempos realmente educativos, situaciones en las que las personas puedan enriquecerse, aportar, aprender y capacitarse para disfrutar de un “verdadero envejecimiento activo”.
Por otro lado, los seres humanos somos criaturas sociales. No nos gusta vivir en el aislamiento y mientras más conectados estemos, más beneficios se obtienen para el funcionamiento de un cerebro sano y activo. Aun así, mientras más aumenta nuestra edad, muchas veces más aislados estamos, lo que no favorece nuestra salud física y mental de manera alguna.
Afortunadamente, los tiempos cambian y lentamente se han comenzado a derribar paradigmas existentes por un tiempo demasiado largo. Esto se ha logrado gracias a la visión individual y de organizaciones trabajando con la tercera edad que han logrado, a través de duro trabajo y experimentación, promover actividades que llegan a todos los ámbitos de las vidas de las personas mayores. Por tanto, nuestro adulto mayor está hoy día en condiciones de recibir ofertas de actividades que combinan todos los aspectos de su vida. Estas actividades las podemos categorizar de la siguiente manera:
Actividades socioeducativas: Estas tienen como objetivo crear una capacidad de discernir e identificar situaciones como el abuso o maltrato, la violencia de género en nuestra vejez, la participación cívica, la creación de una conciencia ambiental, todas encaminándonos hacia una envejecimiento sano y activo. Progresivamente, nuevas actividades empoderando al adulto mayor conducirán, sin equivocarnos, a una mejor calidad de vida. Es aquí donde podemos incluir la metodología del circulo de confianza que nos permite, en un ambiente de mutuo respeto, expresar nuestras opiniones creando en lo posible un aprendizaje que nos permita avanzar en la defensa de nuestros derechos y a ser escuchados.
Actividades físico- recreativas: Tales como el ejercicio que permitirá al grupo mejorar su salud física. Entre estas se puede contar con el yoga, el taichí, la zumba, las caminatas diarias y muchas más.
Actividades simplemente recreativas: Presentación de películas con contenido social y también artístico, además de picnics, paseos, bailes, celebraciones, visitas a lugares de interés, etc. La recreación, cuyos beneficios son numerosos, se puede dar a diferentes niveles, como es el caso del hogar, donde podemos jugar con los nietos o las mascotas haciéndolas parte de nuestras vidas.
Por último, se pueden realizar actividades que combinan los aspectos descritos anteriormente. Se puede combinar lo recreativo con el aprendizaje, el ejercicio físico con lo social y muchas otras actividades que permitan mantener el interés en un desarrollo sano y reconfortante.
Una programación que combine adecuadamente las actividades a nuestro alcance hará de este ciudadano, que es el adulto mayor, una persona consciente del mundo que le rodea, creando al mismo tiempo el deseo de contribuir a la construcción de una sociedad mejor.