POR ESTRELLA FLORES-CARRETERO
Una sociedad en la que el talento de los trabajadores de más de 50 años no se valora, pierde valor y resulta tremendamente injusta. A menudo se prefiere jubilar a personas que no han cumplido los 60 y contratar a jóvenes, a los que por supuesto, hay que dar oportunidades, pero no a costa de renunciar al talento de los mayores.
Los avances médicos y científicos han elevado considerablemente las expectativas de vida en condiciones de plenitud. Es normal que las personas que se jubilan con 65 o 67 años estén en plenas capacidades físicas y mentales.
A diferencia de lo que ocurre en Europa y en buena parte de Latinoamérica, en Estados Unidos se valora más a los trabajadores sénior, donde no es raro que muchos jubilados vuelvan para liderar proyectos especiales, limitados en el tiempo o para contratos eventuales.
Me gusta esta flexibilidad que permite elegir opciones de colaboración y beneficiarse así del talento de los veteranos. Pero, para llegar a esto, tenemos que hacer un trabajo de cambio de mentalidad, barrer los prejuicios sociales.
Por un lado, los jóvenes creen que los mayores carecen de habilidades informáticas, que son incapaces de adaptarse a los continuos cambios tecnológicos y que encima suelen estar mejor pagados. Tienen algo de razón.
Por otra parte, los mayores opinan que los jóvenes son ignorantes en todo lo que no sea su especialidad, que carecen de experiencia laboral y que actúan con prepotencia. También tienen algo de razón.
Sin embargo, es un error plantear «tú o yo». Estoy segura de que las empresas que excluyen a los mayores lo van a pagar caro en los próximos años. En mi opinión, la mezcla generacional es muy beneficiosa porque permite…
Luchar contra la discriminación. Ser mayor no es una condición de nacimiento. Si somos afortunados, también llegaremos a ese estado. Los departamentos de recursos humanos deben trabajar para acabar con la discriminación por razones de edad.
Las personas mayores pueden tener deficiencias en aprendizaje o rapidez mental, pero tienen mucho que aportar en cuanto a conocimiento de la empresa, disminución de errores, experiencia en la toma de decisiones, perspectiva histórica de la sociedad y los mercados, red de contactos…
Incorporar la flexibilidad. Muchos mayores no trabajan tanto por el sueldo como por el placer que supone estar activos. Ellos valoran especialmente la flexibilidad horaria, un menor presentismo, cambio de responsabilidades; de manera que es posible renegociar condiciones y salarios con mayor facilidad.
Ganar con las diferencias. Está demostrado que los mayores trabajan mejor en equipo y sienten un mayor compromiso hacia su empresa. Esto puede contribuir a transmitir una magnífica cultura empresarial a los jóvenes.
Mejorar la imagen corporativa. Las personas mayores hacen más creíbles a las empresas, muestran una imagen inclusiva y respetuosa. Además, generan mayor empatía con los clientes, que, en nuestras sociedades envejecidas, suponen la mayoría y, no lo olvidemos, tienen poder adquisitivo.
Aprovecharse del ‘mentoring’. Incorporar talento joven puede ocasionar tropiezos en la productividad. Todo trabajador nuevo necesita un tiempo de rodaje para conocer la empresa, una etapa en la que es habitual sentirse estresado, inseguro y que es proclive a los errores. Un buen programa de mentoring hará que todas las partes salgan beneficiadas.