POR ESTRELLA FLORES-CARRETERO
Ya sea por las circunstancias actuales, por necesidades personales o bien por exigencias empresariales, trabajar en casa requiere una buena gestión emocional.
Nos gusta estar con gente, tomar un café con los compañeros, intercambiar impresiones, conversar sobre nuestros pareceres, cooperar con el equipo. Incluso en los trabajos que requieren concentración y silencio, hay momentos en los que necesitamos socializarnos, reunirnos, compartir.
Trabajar desde casa tiene sus ventajas, pero también inconvenientes como la soledad, la desmotivación y el incremento de la ansiedad. No todo el mundo es organizado ni disciplinado, ni disfruta de estar consigo mismo. Por eso, las empresas tienen que facilitar soluciones adecuadas que integren a todo tipo de trabajadores y saber gestionar adecuadamente su trabajo a distancia.
Brindar tecnología. La comunicación es lo más importante para rebajar los niveles de ansiedad. Y no basta con hablar: hay que verse, aunque sea mediante una cámara. Las corporaciones deben facilitar buenos sistemas de cooperación con equipos tecnológicos y programas que permitan que todos se vean y se escuchen correctamente, que faciliten las reuniones online para contrastar, aportar ideas, enriquecerse con las de los demás, empatizar, reírse juntos, compartir pareceres y mejorar los procesos. Eso permite elevar la moral del equipo y mantener el sentido de pertenencia. Si no son posibles los abrazos físicos, sí deben serlo los digitales.
Establecer horarios. Quien trabaja en casa debe levantarse más o menos a la misma hora y sentarse a trabajar con horario igual que si lo hiciera en la sede de su empresa. Hay que fijar una hora para comer y no hacerlo cuando se pueda. La rutina es importante para obligarse a seguir una disciplina diaria. Llevar una buena agenda como Google Calendar, listas de tareas con aplicaciones como Evernote o Keep… o bien como las de toda la vida, con papel y bolígrafo, resulta primordial. Es necesario también establecer descansos a lo largo de la jornada, levantarse de la silla de vez en cuando y parar cuando se cumpla la hora. Ah, y no revisar el correo de trabajo justo antes de irse a la cama.
Gustarse a uno mismo. Lo decía Mark Twain: «Un hombre no puede estar cómodo sin su propia aprobación». Ducharse, desayunar bien, tal vez practicar ejercicio y hacer la cama, vestirse adecuadamente, peinarse y arreglarse, aunque no haya ninguna videollamada prevista, son recomendaciones básicas para sentir que estamos haciendo lo adecuado.
Delimitar compartimentos estancos. La dispersión es más probable cuando uno está en su propio hogar. Debe haber una separación entre las tareas profesionales y las domésticas. No vale interrumpir la labor para poner la lavadora o ponerse a buscar una receta para el brócoli, evitemos desviar la atención durante el tiempo de trabajo. Otra cosa es tomarse un descanso cada hora y media, por ejemplo, y darse diez minutos para otra actividad.
Eliminar distractores. Quitar los avisos del correo personal, de las redes sociales o de los grupos de WhatsApp mientras se está trabajando. Advertir a la familia o los amigos que nos llaman por teléfono que lo hagan a última hora del día, cuando no estemos ocupados. En cambio, tener abierto el programa de mensajería o de reuniones con otros compañeros durante el horario laboral, porque las interrupciones de empresa nos ayudan a trabajar mejor.
Crear el ambiente adecuado. Crear un espacio exclusivo para el desempeño laboral. Si en nuestro hogar transcurre la jornada de trabajo, habrá que invertir en un buen equipo, una silla ergonómica, una mesa adaptada, iluminación correcta, auriculares para música o con cancelación de ruido, tal vez alguna planta, orden y limpieza, etc.; nada de trabajar ahora desde el sofá, luego en la cocina…
Gracias a Skype o a Google Hangouts podremos ver gente y no solo escucharla. Hablar es importante, pero más verse y sonreír.