Por Ernesto Donan
“Dormir de forma habitual menos de seis o siete horas por noche destroza el sistema inmunitario, multiplica por más de dos el riesgo de sufrir cáncer”, advierte Matthew Walker, profesor de Neurociencia y Psicología en la Universidad de California en Berkeley.
El también fundador y director del Centro para la Ciencia del Sueño Humano advierte que “Insuficientes horas de sueño son un factor clave a la hora de desarrollar Alzheimer. Dormir poco, incluso durante sólo una semana, altera los niveles de azúcar en la sangre de forma tan profunda que podrían considerarte pre-diabético. Aumenta las posibilidades de que las arterias coronarias se bloqueen y se vuelvan frágiles, predisponiendo a sufrir enfermedades cardiovasculares, un ictus o un fallo cardíaco congestivo. Y la interrupción del sueño tiene aún mayor influencia en las principales afecciones psíquicas como la depresión, la ansiedad y el suicidio. Además, no dormir suficiente aumenta la concentración de una hormona que nos hace sentir hambrientos, al tiempo que suprime la que nos avisa que estamos saciados. Los adultos y niños con déficit de sueño aumentan de peso”.
El Doctor Michael Irwin, de la Universidad de California, en Los Ángeles, ha realizado varios estudios que revelan lo rápido y exhaustivamente que la falta de sueño afecta a las células “Killer” que combaten el cáncer. El doctor Irwin probó que una sola noche de cuatro horas de sueño arrasa con el 70% de las células que combaten el cáncer. Si eso ocurre en una sola noche, imagínese en qué estado quedan esas células tras una semana, meses y hasta años durmiendo poco.
La ciencia ha tardado mucho en explicar por qué necesitamos dormir. Ahora sabemos que no hay ningún órgano principal del cuerpo ni ningún proceso cerebral que no mejore gracias al sueño. Miles de estudios así lo certifican.
Según el doctor Walker, es “difícil imaginar cualquier otro estado que ofrezca una reparación más poderosa de la salud física y mental en cada nivel de análisis”.
Una investigación con más de medio millón de hombres y mujeres de distintas edades, razas y etnias de ocho países estableció que dormir poco aumentaba en un 45% el riesgo de desarrollar o morir de una enfermedad coronaria en un período de tiempo entre siete y 25 años.
La falta de sueño también produce efectos fatales en el cerebro relacionados con numerosas afecciones neurológicas y psiquiátricas como el Alzheimer, la ansiedad, la depresión, el trastorno bipolar, el suicidio, los accidentes cerebrovasculares y el dolor crónico.
Poe el contrario, muchas funciones del cerebro se restauran con el sueño, una de ellas la memoria. Una investigación con más de 5,000 estudiantes japoneses comprobó que los que dormían más tiempo obtenían mejores calificaciones.
El sueño también ayuda a combatir las infecciones fortaleciendo el sistema inmunitario.
Otro estudio realizado por científicos de la Universidad de Chicago con un grupo de jóvenes de unos 25 años, a los que por una semana se les impidió dormir por más de cinco horas al día, comprobó que los niveles hormonales en sangre de los participantes dieron una marcada disminución de la testosterona en comparación a cuando estaban descansados. La disminución era tan grande que equivalía, en términos de virilidad testosterónica, a que hubieran envejecidos entre 10 y 15 años.
“La aniquilación del sueño está teniendo un impacto catastrófico en nuestra salud, nuestra expectativa de vida, nuestra seguridad y nuestra productividad, así como en la educación de nuestros hijos” dice Matthew Walker. “Esta epidemia silenciosa de pérdida de sueño es el reto de salud pública más importante del Siglo XXI en los países desarrollados”.