Por Hugo Cisneros
La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Salmos 118, 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Juan 16, 33).
En la doctrina cristiana, fortaleza es la tercera virtud cardinal que trata de vencer el temor y eludir la temeridad. No todos los seres humanos poseen esta virtud, pero quienes la contemplan demuestran firmeza en las dificultades que se van presentando a lo largo de la vida y constancia por buscar el bien.
La palabra fortaleza deriva del vocablo latino fortis, “fuerte”. Abarca los dos conceptos de “fuerza física” y “energía de ánimo” y no debe confundirse con el concepto y el vocablo “violencia”. Por la primera acepción el hombre repele y supera los ataques físicos mientras que por la segunda soporta, rechaza y supera las grandes dificultades que se oponen o le impiden la «realización moral del bien según el orden de la razón». Como indica anteriormente, se trata de exponer la fortaleza según la segunda acepción antes citada (energía de ánimo), no en el sentido de la primera acepción (fuerza física).
De acuerdo con lo anterior, la fortaleza es una virtud, una de las cuatro virtudes cardinales. El “sujeto” es el apetito irascible en cuanto está subordinado a la razón. Su “fin” es quitar los impedimentos de temor o temeridad que llevan consigo las pasiones para conseguir que la voluntad no deje de guiarse por los dictados de la recta razón frente a los serios males y peligros corporales.
* Parte de la información es Copiada del Catecismo de la Iglesia Católica.