Por Gilberto Rogel
TORONTO. Las noticias de los días anteriores no han sido nada alentadoras para el mundo en general, pero también nos hace preguntarnos si lo que estamos presenciando es una telenovela mejorada al estilo Latino. Por ejemplo, el creador del avergonzado y famoso amigo nuestro Facebook ha admitido que la billonaria empresa careció de controles adecuados para garantizar la seguridad de datos personales de unos 80 millones de usuarios, su privacidad ya no es tan privada y no lo será nunca más.
Mientras tanto el presidente del vecino país da rienda suelta a sus conocidos y esperados berrinches usando su favorita herramienta comunicativa, otro de nuestros más conocidos amigos, Twitter. ¿Estaremos a las puertas de una inminente guerra con Rusia o sólo una pantomima al estilo de los juegos modernos de computadora?
A lo mejor el lanzamiento de misiles por parte de la coalición USA- Gran Bretaña y Francia durante el fin de semana será parte de otra de las maquiavélicas movidas de Trump para tratar de desviar la atención de sus otros calientes problemillas de faldas que le acongojan.
Creíble y esperable, pero no de manera tan abierta y escandalosa, el presidente de la nación más poderosa del mundo paga cientos de miles de dólares por el silencio para que no se destapen sus aventurillas con estrellas del cine pornográfico o modelos del playboy ¿De verdad los ciudadanos gringos creen todo lo que dice el presidente vía sus famosas tormentas matinales de tuits, acusando a todo el mundo de fake news?
Curiosamente Latinoamérica no se queda atrás con este tipo de noticias. Un presidente deja en libertad a otro exmandatario acusado de crímenes de lesa-humanidad. Acorralado y chantajeado por la familia del expresidente liberado, finalmente Pedro Pablo Kuczynski renuncia al cargo en evidente muestra de sus nexos con el escándalo Odebrecht. Perú ahora tiene un nuevo presidente, en una democracia que se tambalea.
A poca distancia, el paladín de la democracia y de las conquistas sociales en Brasil, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, acaba de ser enviado a la cárcel convicto de supuestamente aceptar millones de dólares en sobornos, en un hecho sin precedentes que demuestra la fragilidad de la democracia del país suramericano plagado por la corrupción gubernamental y judicial, y el revanchismo político. El famoso Lula sigue encabezando las encuestas electorales para la próxima contienda electoral y por ahora no se sabe cuál será su futuro si sigue detrás de las rejas. A lo mejor gane estando preso.
Es claro que Lula Da Silva peleó contra todo un establecimiento político y logró cambiar la cara de una nación y convertirla en un país de avanzada, pero igualmente no pudo revolucionar la política interna plagada por revanchismos mezquinos, ni mucho menos reformar el sistema judicial que ahora lo mandó a la cárcel al acusarle y supuestamente comprobarle sus nexos con la Operación Lavaplatos.
Mientras los Estados Unidos se debate entre un presidente claramente inestable, que dirige la Casa blanca como una especie de “mafia”, que tergiversa la realidad, que amenaza con despedir a quien intente contradecirle y que mete la pata una y otra vez, otros gobernantes Latinoamericanos pareciese le están copiando el discurso hundiendo a la población en general en el subdesarrollo y la desesperanza, sin que se vean signos claros de mejora a corto plazo.