Por Alexander Terrazas *
La noticia encendió todas las alarmas del mundo. Un millón de las 8 millones estimadas de especies, plantas e insectos de la tierra están en riesgo de extinción, según la evaluación global de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), que estudió el estado de la biodiversidad a nivel mundial. En el extenso documento sin precedentes publicado la semana pasada, el grupo de expertos de IPBES, plantea un panorama sombrío para el futuro del ser humano, que depende de la naturaleza para respirar, beber, comer, calentarse e incluso curarse.
Según el informe patrocinado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y apoyado por 130 países, incluido Estados Unidos, Rusia y China, está basado en una revisión de aproximadamente 15.000 fuentes científicas y recopilado por 145 autores expertos. Este estudio global es la primera revisión exhaustiva en 15 años del estado de la biodiversidad del planeta; además, este nuevo informe incluye, por primera vez, el conocimiento indígena y local, así como los estudios científicos. Los autores han explicado que encontraron evidencias abrumadoras de que las actividades humanas están detrás del declive de la naturaleza y decidieron clasificar dichas evidencias en distintos tipos, tales como el cambio climático, la contaminación, la caza furtiva, el cambio de uso del territorio, la deforestación, la sobrepesca, las especies exóticas invasoras, entre otras.
Lo grave de todo este asunto no es simplemente el hecho de que las especies están en peligro de extinción, sino que la principal causante de esta inminente tragedia ecológica, es la actividad humana a través de la deforestación, la agricultura intensiva, la sobrepesca, las urbanizaciones galopantes, las minas y las quemas indiscriminadas, entre otros daños que representan el 75% del entorno terrestre, mientras que el 66% del marino también está afectado. De hecho, los investigadores identificaron a la agricultura y la pesca industrial, como los motores principales de la destrucción e indicaron que el ritmo actual de extinción de especies es decenas o centenares de veces más alto que el promedio de los últimos diez millones de años.
Entre uno de los muchos datos destacados, es la pérdida de cobertura forestal mundial que bajó de 4.280 millones de hectáreas a 3.990 entre 1990 y 2015. En el caso de América Latina y el Caribe, en estos datos se incluyen los recopilados en una evaluación de todo el continente americano que se dio a conocer el pasado año. De acuerdo con la Evaluación de las Américas de IPBES, en comparación con la situación anterior a los asentamientos europeos, el 72% y el 66% de los bosques secos tropicales en Mesoamérica y el Caribe, respectivamente, el 88% de los bosques tropicales del Atlántico y el 17% de la selva amazónica de América del Sur, se han transformado en paisajes dominados por el hombre.
Igualmente, el 40% de la población no tiene acceso a agua limpia y potable. Algunas importantes ciudades en Sudamérica enfrentan severos episodios de escasez de agua durante algunos periodos de año, por ejemplo, Bogotá, Quito, La Paz, y Lima. Por otro lado, cerca del 75% de las principales reservas de peces se encuentran actualmente agotadas o sobrexplotadas. Precisamente, estos dos últimos factores se encuentran entre las cinco causas directas de la pérdida de biodiversidad mundial, según apunta el informe. A ellas hay que sumarle el cambio de usos de la tierra y del mar, el cambio climático y las especies exóticas invasoras. El informe presenta varios escenarios, pero todo dependerá de si seguimos haciendo las cosas como las estamos haciendo o si cambiamos los patrones.
A manera de conclusión se podría decir que la búsqueda incansable del crecimiento económico, junto al impacto del cambio climático, son los principales factores que han puesto a un millón de especies en riesgo de extinción. Creemos que una amplia transformación del sistema económico, financiero y político a nivel global, es lo único que podría rescatar del borde del colapso a ecosistemas que son vitales para el futuro de las comunidades humanas en todo el mundo. De hecho, los expertos del estudio sugieren que el mundo podría necesitar apostar por una nueva forma de economía si quiere evitar los riesgos existenciales generados por las consecuencias generales de la contaminación, la destrucción de hábitat y las emisiones de carbono.