Por Francisco Reyes
TORONTO. Cada año, en Semana Santa, la Iglesia Católica representa en las calles, en el atrio o en el interior de los templos el “Drama de la Pasión de Cristo” con el objetivo de difundir el Evangelio por medio del teatro.
Esta práctica cristiana viene de la Edad Media con la creación de obras teatrales conocidas como Autos Sacramentales, basadas en escenas extraídas de las Sagradas Escrituras. La historia de la literatura y del teatro recoge muchos de esos dramas, algunos muy rudimentarios llevados a escenarios religiosos.
En un templo católico de Toronto, desde hace años escenifican en Viernes Santo el drama de la pasión. Por ser obra expuesta al público, es objeto de crítica y tema de debate, como cualquier pieza dramatizada de los escenarios convencionales a los que asiste la prensa especializada en el área artística, dado que las producciones del arte religioso trascienden los muros de los templos y es reseñado en la Historia General del Arte y la Cultura, como ocurre con los más antiguos Autos Sacramentales que se conocen.
El libreto del drama en cuestión contiene deslices y se contradice con las fuentes que inspiraron la obra, de autor anónimo, que veremos en este análisis.
Como creación literaria, el autor del libreto hilvana escenas de los cuatro Evangelios, meticulosamente ordenadas. Pero, no obstante las secuencias escénicas, cae en dos errores teológicos y uno de efecto dramático.
El drama comienza a orillas del Mar de Galilea con la elección de los apóstoles. La obra se desarrolla con la Última Cena, el apresamiento de Jesús en el Monte de los Olivos, los dos procesos (religioso y político) ante el Sanedrín y Pilato, la crucifixión, el descenso de la cruz y sepultura de su cuerpo, con que cierra la acción.
Desde el ángulo dramático, a sabiendas de que los actores no son experimentados, hay personajes bien representados, pero otros, muy débiles, como el de Herodes, que no refleja todo el sarcasmo manifestado contra Jesús. ¿Fallo del autor, al despreocuparse de esa característica herodiana? ¿Desconocimiento de los efectos dramáticos por parte del director de la obra?
En el plano teológico, el drama contradice dos veces a los textos sagrados. Siguiendo el libreto, la obra presenta una escena en la que Herodes ordena azotar a Jesús. El Evangelio de Lucas, único que narra su comparecencia ante el rey impostor, no menciona ningún azote.
El texto bíblico (Lc 23,11) dice: “Herodes con su guardia lo trató [a Jesús] con desprecio. Para burlarse de él lo cubrió con un manto espléndido y se lo devolvió a Pilato”. ¿De qué fuente el libretista extrae el supuesto azote? ¿Error de confusión en contra del carácter inerrante de las Sagradas Escrituras? ¿Creación deliberada de esa escena incongruente? Quien dirige la obra da por hecho esa orden. ¿Carencia de conocimiento teológico? ¿Aceptación del libreto sin revisión?
El segundo error es la omisión en el libreto de una interrogante clave en la comparecencia de Jesús ante Pilato. Al iniciar el juicio, según los cuatro Evangelios, Pilato le pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos? En los Evangelios sinópticos Jesús responde: “Tú eres quien lo dice” (textos de Mateo y Lucas); “Así es, como tú lo dices” (texto de Marcos). En el Evangelio de Juan, la respuesta es: “¿Viene de ti esa pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí?”
¿Por qué el libretista omite esa pregunta crucial, contradiciendo las fuentes? De acuerdo con el procedimiento jurídico romano, el juez a cargo de un proceso debía establecer la identidad del reo. Este procedimiento se sigue utilizando en la justicia moderna para que no se juzgue por error a quien no es el acusado. Los evangelistas se apegan a la tradición jurídica romana. El libretista pasa por alto la pregunta y no mantiene la fidelidad a los textos indicados.
Cuando en el teatro y el cine se trabaja con datos históricos, y más aún con fuentes de las Sagradas Escrituras, hay que ser cuidadosos para no caer en deslices como los señalados más arriba.
Si bien es cierto que ese drama va dirigido a un público (feligresía) con conocimientos teológicos elementales y poco o ninguno sobre el teatro, también es cierto que asisten a la representación personas calificadas que pueden notar las fallas, aunque no expresen abiertamente su opinión.
Por años, nos tocó enseñar en Literatura “Historia del Teatro Español”, “Principios Generales de la Dramaturgia” y “Géneros Dramáticos”, a la vez que asesorábamos a un grupo de teatro estudiantil. Nuestra intención es contribuir al perfeccionamiento de dicha obra, que esté a la altura de los grandes Autos Sacramentales, para que el “Drama de la Pasión de Cristo” sea representado sin deslices en el templo católico cuyo nombre omitimos en este ensayo.
*Francisco Reyes puede ser contactado en [email protected]