Por Alexander Terrazas
Después de cumplir un agitado año de Gobierno, el pasado 20 de enero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comenzó un segundo año de mandato plagado de nuevos retos y de tareas pendientes que arrastran de su primera gestión presidencial.
Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump sacudió las estructuras de poder de los Estados los Unidos y cambió la forma de gobernar. El magnate, de 71 años y con el 39% de la aprobación de los estadounidenses, administra la nación más poderosa del mundo prácticamente a través del Twitter desde su teléfono celular. Sus actitudes, sus polémicas declaraciones y sus medidas políticas proyectan una imagen negativa de su Gobierno.
Pero más allá del estilo de gobernar y de la polémica, el presidente de Estados Unidos tuvo aciertos y desaciertos en sus primeros 365 días de mandato. A juzgar por las opiniones de los analistas económicos, el mayor logro político de Trump durante el 2017, fue la reforma tributaria que permite la reducción de la tasa de impuestos y, además, su país tuvo un crecimiento económico aceptable. Sin embargo, sus promesas de construir un muro en la frontera con México, el endurecimiento de algunas leyes migratorias, la salida de tratados internacionales y la eliminación del Obamacare todavía no han dejado de ser solo eso, promesas.
Recordemos que su Gobierno no pudo derogar la Ley de Cuidados de Salud Asequibles, también conocida como Obamacare, que hoy por hoy es la gran frustración que dejó su gestión pasada. Por otra parte, el magnate no logró construir el prometido muro con México, que supuestamente es el de símbolo la seguridad fronteriza que promueve como condición previa a cualquier reforma integral del sistema migratorio.
Otro punto delicado fue el manejo de los ‘dreamers’. Los beneficiarios del programa de la Acción Diferida para los llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) siguen sin una solución definitiva. Los republicanos y demócratas quieren otorgar un recurso para ayudarles, aunque difieran en cuanto a cómo podrían hacer para obtener un status migratorio permanente y eventualmente un camino a la ciudadanía.
Donald Trump también había prometido presentar un ambicioso plan de infraestructura apenas llegar al Gobierno, pero pasado un año es todavía un punto pendiente. Además, es previsible que este año el Presidente de Estados Unidos continúe su esfuerzo de cubrir las vacantes de jueces en las cortes federales, no solo en la Corte Suprema, sino particularmente en cortes de apelación.
Más allá de cumplir o no esas promesas de campaña, el principal reto de Donald Trump para este 2018 son las elecciones del próximo mes de noviembre. Los estadounidenses serán llamados a elegir a un tercio de sus senadores y a la totalidad de los miembros de la Cámara de Representantes. Indudablemente, estos comicios serán un termómetro social sobre el mandatario dos años antes de las elecciones presidenciales de 2020.
Bajo este escenario, no será un año fácil para Trump. Las secuelas de su gestión de Gobierno se están abriendo, y el líder de Estados Unidos ya siente la crisis social y el malestar político. Primero, creemos que todo presidente debe cumplir sus promesas políticas, siempre y cuando estas sean de beneficio de todos y no de ciertos sectores de la sociedad. Segundo, tener una mayoría de miembros en una cámara de representantes (que posiblemente la logre Trump), no es para legislar leyes que beneficien a su Gobierno o al propio presidente en desmedro de las minorías. Tercero consideramos que utilizar un Gobierno para expulsar o perseguir a los inmigrantes, no es la solución de fondo en un país donde se profesa la libertad.
La grandeza de un Gobierno no se mide en lo popular o impopular que sea su presidente, sino en las obras que beneficien a todos los ciudadanos de un país con igualdad, justicia y bienestar social. Hacemos votos para que así sea, el segundo año de mando del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, un gobierno que trabaje por el bien común.
*Periodista y escritor – [email protected]