Por Laura Martínez Tebar.
EFE/REPORTAJES
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 830.000 niños menores de 18 años fallecen a causa de accidentes o lesiones no intencionales. Unas mil defunciones de niños se podrían evitar cada día en el mundo si se siguieran medidas eficaces para la prevención de lesiones, subraya la organización.
Tan importante es la prevención como saber prestar primeros auxilios. Sin embargo, la falta de formación en este campo nos puede impedir saber qué hacer ante estas situaciones o, en el peor de los casos, precipitarnos a actuar incorrectamente.
Esta realidad ha impulsado a pediatras del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús (Madrid), uno de los centros con más prestigio y número de enfermos pediátricos en España, a elaborar una ‘Guía práctica de primeros auxilios para padres’.
La guía “nació con el objetivo de formar a padres, cuidadores, docentes y a todos aquellos que están en contacto con niños, ya que hemos detectado un déficit de conocimiento sobre qué hacer en situaciones de gravedad”, explica a Efe el pediatra Juan Casado, coautor junto a la doctora Raquel Jiménez.
En la guía, ilustraciones, vídeos y mensajes muy visuales explican, paso a paso, cómo reconocer algunas de las situaciones que más preocupan a los padres, bien por su frecuencia o aparente gravedad.
El documento es descargable de forma gratuita a través de la página web del hospital (www.madrid.org/hospitalninojesus).
URGENCIAS PEDIÁTRICAS MÁS FRECUENTES.
Ante un accidente o enfermedad repentina es decisivo conocer las pautas para llevar a cabo primeros auxilios, mantener la calma y, sobre todo, actuar rápidamente: “Saber qué hacer ante los primeros síntomas condiciona enormemente la evolución del niño y puede salvarle la vida”, sostiene Casado.
1.- Fiebre, tos, vómitos, diarreas.
Se tratan de los motivos más comunes de consulta infantil en los servicios de urgencia y atención primaria. Aunque son situaciones que suelen intranquilizar bastante a los padres, en principio “son síntomas que suelen remitir de forma espontánea”, comenta el doctor.
En el caso de la fiebre, por ejemplo, “los padres se obsesionan con bajar la temperatura del niño”. Nada más lejos de la realidad, “la fiebre no es peligrosa y es muy improbable que pueda llegar a dañar el cerebro”, añade.
No obstante, debemos llevar al niño al médico si los síntomas son persistentes o empeoran (sobre todo si es menor de tres años).
2.- Convulsiones y desmayos.
Son episodios que asustan mucho a los padres, pero ante los que hay que mantener la calma ya que, como es en el caso de los desmayos o las convulsiones febriles, “estas son muy frecuentes en los primeros años de vida y no tienen por qué tener importancia”, apunta el doctor.
Llamaremos a emergencias si la convulsión no cede espontáneamente y sobrepasa los dos minutos y, en el caso de un desmayo, si el niño tarda más de un minuto en recuperar la conciencia, tiene dolor en el pecho o dificultades para respirar.
3.- Intoxicación y envenenamiento.
Si el niño ha ingerido o inhalado una sustancia tóxica (medicamentos o lejía, por ejemplo), “lo que no debemos hacer nunca es intentar provocarle el vómito”, advierte el doctor. Solo retiraremos la sustancia en caso de que sea sólida. En cualquier caso, es conveniente llamar a emergencias o acudir a urgencias y llamar al centro de toxicología.
4.- Quemaduras.
Un despiste con una plancha encendida o la vitrocerámica; el contacto con lejía, o un niño expuesto al sol sin protección, pueden provocar quemaduras. Enfriaremos la zona afectada con agua durante 15-20 minutos (nunca con hielo directamente) y, muy importante, nunca romperemos las ampollas (si existieran).
5.- Traumatismos.
Las caídas producidas al jugar, correr, saltar, por peleas… son muy habituales y, a su vez, forman parte de su proceso de aprendizaje. La cabeza, las extremidades, la boca y dientes, el pecho y el abdomen son las zonas en las que más golpes y lesiones se producen.
Aunque la mayoría de daños suelen ser leves, pueden darse casos de mayor gravedad. Por ello, debemos prestar especial atención a los traumatismos craneoencefálicos ya que pueden provocar severas lesiones cerebrales.
Proteger el acceso a escaleras con vallas o puertas, utilizar sistemas de retención en los desplazamientos en coche, o ponerles el casco antes de coger la bicicleta o practicar deportes de riesgo, son algunas de las medidas preventivas que nos ayudarán a evitar traumatismos.
6.- Asfixia (atragantamientos o ahogamientos).
Conforme el bebé va creciendo va aprendiendo a llevarse todo tipo de objetos a la boca. Caramelos, trozos de comida, juguetes, monedas, globos… son algunos de los objetos con los que los niños más se atragantan.
El primer paso será animar a que el niño tosa. Si la obstrucción es grave, debemos llamar inmediatamente a emergencias y, mientras llegue la ayuda del personal sanitario, realizar maniobras de desobstrucción de la vía aérea (maniobra de Heimlich), siempre teniendo en cuenta si el niño es menor o mayor de un año (ya que la técnica varía levemente).
Respecto a los ahogamientos, las piscinas y las playas suponen un severo riesgo para los niños. De hecho, la OMS alerta que las muertes por ahogamientos infantiles suponen un grave problema de salud pública, pues cada día se ahogan más de 450 niños y son miles los que padecen de por vida discapacidades graves en los casos de ahogamiento no mortal.
Ante estas situaciones, será vital saber cómo realizar maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), mediante respiraciones de rescate (boca a boca) y comprensiones torácicas (masaje cardíaco).
7.- Heridas (cortes, rasguños y rozaduras).
La prioridad será detener la hemorragia presionando directamente sobre la herida con gasas o un paño limpio (previamente nos lavaremos bien las manos para evitar riesgo de infección).
¿El sangrado no cesa y la gasa está empapada? Aplicaremos otra gasa encima de la anterior (nunca retirarla) y continuaremos presionando. Si aun así no deja de sangrar, es muy larga o profunda o da signos de infección, debemos acudir al médico.
8.- Manchas y sarpullidos.
“Comprobaremos que no están asociadas a infecciones graves u otros trastornos estirando la piel o poniendo un vaso trasparente encima de las manchas o sarpullidos. En caso de que no desaparezcan, debemos acudir inmediatamente a urgencias”, indica el doctor.
9.- Reacción alérgica.
Pueden desencadenarse por alimentos, medicinas, picaduras de insectos, pólenes y otras sustancias. Si la reacción es leve bastará con administrar un antihistamínico vía oral.
En caso de anafilaxia o reacción alérgica grave, solicitaremos urgentemente ayuda. Si disponemos de un autoinyector de adrenalina deberemos administrárselo.
10.- Picaduras (abejas, avispas, medusas…).
Por lo general, limpiaremos la herida con agua y jabón, aplicaremos agua o hielo. “Nunca utilizaremos remedios caseros como la pasta dentífrica”, alerta el doctor.
En el caso de las medusas, debemos retirar los restos de los tentáculos con una toalla y enjuagar la zona con agua de mar, nunca con agua dulce.
En los momentos posteriores, vigilaremos si el niño presenta síntomas de una reacción alérgica grave y, de ser así, deberemos llevarle inmediatamente a un centro de salud.
Aunque “la mayoría de accidentes se producen por causa fortuita”, tal como afirma Casado, los padres “no deben pasar por alto llevar a cabo medidas preventivas, tales como ponerles el casco cuando vayan en bicicleta o mantener medicinas y productos tóxicos alejados, entre otras”.
Una percepción peligrosa que tanto la OMS como la AEP reclaman que se modifique, a fin de que los padres no conciban los “accidentes” como un hecho inevitable, sino como un hecho sobre el que se puede influir y, sobre todo, prevenir.