Desde que fue elegido el pasado 13 de marzo de 2013 como sucesor de Benedicto XVI, Bergoglio viene impulsando una profunda reforma de las estructuras del catolicismo, políticas que han encontrado fuertes resistencias entre los sectores más conservadores de la curia romana. Francisco remarcó desde el primer momento que busca restablecer una Iglesia con y para los pobres, que desenmascare su rostro más opulento y corrupto del Vaticano, situación que alejó de las parroquias a millones de fieles en todo el mundo.
El ex arzobispo de Buenos Aires comenzó así con su pequeña revolución y lo primero fue apostar por decisiones concertadas y no autoritarias con los otros obispos. Una Iglesia más humana, menos burocrática y más cercana a las necesidades de la gente es lo que viene reclamando el pontífice. Rompiendo viejos tabúes, ha exigido un trato humano con los católicos divorciados, los homosexuales y las mujeres que se practicaron abortos. También ha endurecido las penas contra la pederastia en la Iglesia, facilitado las causas de nulidad matrimonial y ha abierto una discusión sobre el diaconato femenino.
Por otra parte, Francisco ha denunciado con vehemencia la violencia, la discriminación y la explotación que en general en el sistema capitalista, en particular, con los millones de migrantes que buscan un futuro de supervivencia en un mundo que le pone muros a cada paso. La voz del papa, sin embargo, parece influir poco en una globalización que está mostrando su rostro más inhumano y peligroso para las futuras generaciones. Su carta pastoral sobre el medioambiente y el cambio climático publicada el 24 de mayo de 2015 fue un llamado de atención para los líderes políticos mundiales sobre una situación que se ha vuelto insostenible.
La visita de Francisco en julio del 2013 a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) realizada en Río de Janeiro y su posterior gira por Ecuador, Paraguay y Bolivia, en julio de 2015, trajo vientos de esperanza y de fe para nuestros países latinoamericanos que aún enfrentan importantes desafíos sociales, políticos y económicos. El respaldo del pontífice a la demanda marítima boliviana al pedir diálogo entre los gobiernos de Bolivia y Chile señaló un camino ineludible para resolver el centenario conflicto entre ambos países.
Ojalá el papa pueda avanzar en las reformas propuestas para el catolicismo, de eso depende que millones de fieles vuelvan a creer en el legado que dejó Jesús a Pedro y sus apóstoles. Ojalá Francisco pueda seguir tendiendo puentes de diálogo entre los gobiernos para solucionar los enormes problemas que sacuden al mundo, como el hambre, las guerras, el racismo, la contaminación, la pobreza, entre otros. Recemos por Él para que así sea. Amén!
Alexander Terrazas, escritor y periodista boliviano radicado en Toronto